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Frío, hambre, humillación, muerte, sometimiento. Son todas palabras que se vienen a la mente luego de leer el primero de los libros sobre los relatos de Kolima de Shalamov. La inquisición Rusa. Todo aquel que pensaba distinto, que se comprobaba que estaba en contra del régimen era enviado a las prisiones de Siberia. Y, ciertamente, no se requería que eso estuviese comprobado, puesto que un simple testimonio o la “necesidad del servicio” eran suficientes para condenar a una persona a presión en esos lugares. Son historias contadas por quien las vivió, por quien tuvo que padecer todos los suplicios que representaba. Según él cuenta, estar en un lugar en el que la temperatura podía llegar a menos 50 grados. Son relatos de quien sobrevivió al hambre y a las inclemencias y humillaciones de los demás seres humanos. Son cuentos bien narrados que, como buenos libros, haces que sientas todo ese dolor que puede sentir una persona puesta en esas condiciones. Hace pensar en el sometimiento de un régimen que se impone por las malas y que, sabe muy bien, la única forma de triunfar es acabar con todo aquello que no comparta su ideal. No se si fue monótono o si fue la dureza de lo que se narra lo que me dejó un poco hastiado. En un punto del libro quería parar, quería descansar. Lo recomiendo porque muestra otra realidad, otro punto de vista. Una víctima de un régimen que estuvo vigente o sigue vigente. Una víctima que se hizo víctima solamente por pensar, por creer, por estudiar. |
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