En la Chipre de los años 70 una historia de amor entre jóvenes de religiones opuestas era sinónimo de desgracia, puesto que en ese mundo del que formaban parte, la historia no dejaba lugar a dudas: una relación romántica entre una persona griega y una turca no era tolerable, cualquier otra opción significaba asumir un desafío abierto con todas sus consecuencias. Aun así, en un convulso 1974, mientras el ejército turco ocupa el norte de la isla, Kostas, un griego cristiano, y Defne, una turca musulmana, se reúnen en secreto bajo las vigas ennegrecidas de la taberna La Higuera Feliz. Allí, lejos del fragor de la guerra, crece a través de una cavidad en el techo una higuera, testigo del amor de los dos jóvenes, pero también de sus desencuentros y de la destrucción de Nicosia por una guerra civil incomprensible. Décadas más tarde, en el norte de Londres, Ada Kazantzakis ajena a todo lo anterior, acaba de perder a su madre. A sus 16 años nunca ha visitado la isla en la que nacieron sus padres y está desesperada por desenredar años de secretos y silencio. La única conexión que tiene con la tierra de sus antepasados es una higuera que crece en el jardín de su casa. La isla del árbol perdido es la historia de Chipre, la de sus creencias, sus tradiciones y su gastronomía, la de un pueblo dividido que no fue capaz de reconciliarse. Pero también es la historia de Kostas y Defne, la historia de Ada. Una historia sobre la pertenencia, la identidad, el amor y el dolor y la capacidad de regeneración a través de la memoria. Y todo contado de una forma sosegada, casi poética que hará que te enamores de los personajes, pero también de la isla, de su naturaleza, sus paisajes, sus gentes. Me ha encantado. Esta mujer escribe maravillosamente. |