Cuántas cosas hemos visto desaparecer

Todos tenemos nuestras obsesiones y frente a ellas hay dos posibilidades: dominarlas o dejar que nos dominen.
De eso saben mucho Berta y Sonia, las dos protagonistas de la novela; la primera está obsesionada con los viajes en el tiempo y la segunda con la muerte. Son amigas desde la infancia, ese momento en el que basta una orden materna del tipo "Ve a jugar con esa niña" para crear una relación para toda la vida. Coinciden sólo durante los veranos y mantienen el vínculo a través de las cartas primero (son inmigrantes digitales nacidas a principios de los 80) y del teléfono y mail más tarde.

Sus caminos se han ido separando y un día, de repente, Sonia recibe un mensaje en el que Berta le dice que por fin ha logrado su propósito y ya sabe cómo viajar en el tiempo. Este mensaje hace que Sonia reviva numerosos episodios de su vida y poco a poco conoceremos la evolución en su relación. Aparece aquí una constante en la obra de Serrano Larraz, cómo construimos nuestros recuerdos y cómo nos construimos a través de nuestros recuerdos.

Me resulta siempre gratificante reconocerme en pequeños detalles de los textos de Miguel. El premio en los palos de los helados, la incertidumbre de la correspondencia postal de la adolescencia, descubrir a Burroughs y 'El almuerzo desnudo', 'Drugstore Cowboy', El niño gusano, la cafetería de la facultad... Me siento bien en sus páginas, es lugar seguro. Incluso cuando aparece ese Físico en potencia para recordarme, a mí que soy de letras, que quizá un reloj estropeado sea más preciso que cualquier otro porque, como mínimo, dará la hora exacta dos veces al día.

Con una estructura fragmentada en la que hay constantes saltos temporales, el viaje en el tiempo parece suceder delante de nuestras narices, al mismo ritmo de la lectura y muchos de esos fragmentos podrían ser pequeños relatos independientes de tanta fuerza que tienen (el que habla sobre las anécdotas en la oficina de Correos es un claro ejemplo).

Es una novela absolutamente recomendable. Cuando un libro, al cerrarlo, te ha generado más preguntas que respuestas siempre va a ser de los que dejan poso. Y eso, para mí, es lo mejor que puede pasar.