Campos de muerte

Último libro de la tetralogía de Napoleón VS Wellington donde el veneno inyectado se ha transformado en pereza.

Todo es cuestión de gustos, que duda cabe, pero para que un amante y hasta ninfómano de las batallas suplique un ¡basta! hace falta mucha insistencia.

Don Simon (no confundir con cierta marca de zumos y vino de caja) hace un extenso inventario del armamento utilizado y nos lo narra bala a bala.
El 90% del libro es a cañonazos.

Incluso, en mi humilde opinión, alarga demasiado algunas peleas de barrio.
Tanto, que cuando llegas a Waterloo, ya estás agotado.

Pero en el monte también hay orégano y margaritas blancas que florecen alrededor de tanto cadáver.
Y es que Scarrow si algo tiene es oficio.

Napoleón cae en la trampa del zar y de una Rusia cuya mejor defensa es su clima.
El gran ejercito se verá diezmado por frío, hambre y pequeñas escaramuzas del enemigo, en una huida deplorable.

Mientras tanto, en París ya no se le guarda respeto, y las conspiraciones políticas para su derrocamiento son continuas e incisivas.

Wellington reconquista España y es alzado en hombros como el héroe que Inglaterra quiere vendernos. Un hombre que odia la guerra, pero que no se pierde ni una, con el objetivo claro de derrotar al *tirano" corso, cueste lo que cueste.

Lo más acertado de la novela es, sin duda, la recreación de la batalla de Waterloo.

Narrada desde el punto de vista de ambos generales, el autor casi me hace dudar de que lado caerá la victoria, generándome la ansiada tensión en el tramo final de la obra.

Lamentable, no podemos cambiar la historia, y digo lamentablente porque lo de Trafalgar nunca lo he llevado bien, y lo del peñón menos y, por tanto, hubiera preferido que Arthur mordiera el polvo.

Un buen cierre, de una saga que me ha llevado un año entero de ávida lectura y buenas sensaciones pese a que en esta última entrega, hubiera preferido más entorno y menos balas.

No será por falta de personajes interesantes a los que poder sacar más punta. Tal vez un par de subtramas que acompañaran a las campañas militares, le hubiera elevado al Olimpo de los dioses.

Pero no fue así, y así hay que contarlo.