¿Quién le teme al lobo feroz?

«Si existiera una fórmula mágica de borrar el pasado y empezar de cero…»
 
Yo no la quisiera, porque seguro cometería otros errores igual de dolorosos y siempre estaría en la caseta de salida, aprender y avanzar.
                Los silencios de Lucía son más reveladores que sus palabras, «su silencio compagina con el miedo de sus ojos y su historia se vuelve aún más enigmática». «Somos una sociedad abierta que camina con los ojos cerrados, que exige libertad, pero es permisiva con aquello que nos mata como sociedad y que, como yo en este momento, pierde su fuerza tras las buenas intenciones», Alejandro Román, el escritor, «la verdad es que me da miedo no poder superarme». Dos personas que no creen en ellos mismos por razones diferentes, se encuentran un día en la playa y sin pretenderlo encontrarán la respuesta que les falta.
«Lo que más me cuesta no es aceptar que soy una víctima de violencia de género, sino que yo no merecía cada uno de sus castigos»
                El fracaso de su relación lo ven como una responsabilidad suya, únicamente suya, ese fracaso refuerza su baja autoestima y de alguna forma da la razón a su maltratador, «es una inútil», llega la vergüenza y la culpa. En este punto quiero añadir un inciso, me llevan los demonios cuando oigo a otra mujer, tras escuchar una historia como la de Lucía, decir que se dejan maltratar, que hoy no es como antes, que se dejan avallar y controlar porque quieren.
                Me gusta mucho la resolución de la historia, como la maneja Blanca y el final, y aunque esto puede resultar un spoiler no puedo dejar de ponerlo:
 
—¿Al final conseguiste matar al lobo?
—Hice algo mejor: aprendí a vivir sin él.
 
Blanca Santoro tiene un motón de frases buenísimas, voy con una señalada por mi hija, «los sueños solo existen para hacerlos realidad», se nota la diferencia de edad, esos es lo maravilloso de leer con ellos, cargan tu vida de energía, de esperanza. Y la última que me impone que escriba, «Te escribí en un libro. Ahora, en cambio, quiero vivirte», yo atea en el amor y agnóstica en el romanticismo, empiezo a ser un poco más romántica.