La dueña

A pesar del inicio de la novela, que me pareció un poco denso y aburrido, empieza a tomar forma una historia interesante que me ha hecho reflexionar sobre el enorme papel que tenían las mujeres en esta época. ¡Ojo! Estamos hablando del siglo XI, pero es aplicable a casi cualquier fecha.
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Se habló hasta la saciedad del épico y heroico papel del hombre en la historia, pero es que básicamente su labor era ir a la guerra siempre que su señor le reclamara, dejando la colosal gestión de su propiedad ( y vasallos, si este era un infanzón, como el caso de la novela), hijos, mantenimiento del hogar o fortaleza, comercio de los víveres, defensa ante ataques... a las mujeres, quienes, a pesar de gobernar todo esto, aún tenían tiempo para maquinaciones.
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La trama está muy bien llevada, aunque algunos términos referenciales no me parecen los adecuados para la época en que se desarrolla.
El final nos muestra un círculo que se cierra y otro que se abre, dejándote un poco pillada con la idea del eterno retorno y los ciclos vitales.
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Vamos a ver distintos reyes, reinos, príncipes, traidores, manipuladores... Y es que estos cristianos (bendita sea la palabra a la que no hacían ni caso), se pasaban la vida entre guerras fratricidas y vecinales, mientras el infiel se les metía hasta la cocina.
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Los personajes, o mejor dicho, el personaje, porque claramente despunta Auriola sobre sus satélites, es una longeva pamplonesa que va a llevar una vida inclinando su fidelidad al rey que toca en cada momento. Una vida azarosa que no la querría para mí. Una mujer norteña, ruda, fuerte con una única convicción: servir al rey que le mantenga sus posesiones. Y es que así era la mentalidad de la época, la tierra era lo más importante, y sobrevivir, después.
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Y como muestra: " yo me llevaré a la tumba los secretos que Sancha (la reina) me reveló... ¿Qué sería de este mundo si en verdad las mujeres fuésemos las perezosas, las parlanchinas, las concupiscentes glotonas de las que hablan sin saber tantas lenguas?".