QUE SE ACLAREN LOS DÍAS

Cuando un escritor aborda un conflicto que todavía mantiene muchas heridas abiertas, tiene siempre más que perder que ganar.

Israel, Palestina y los territorios ocupados vistos a ojos occidentales suelen resultar un enigma, en parte, por ese capital pecado que paradójicamente tanto practicamos. La pereza.

Pero cuando realmente te sumerges en él, te das cuenta de que es verdaderamente complejo de entender, y mucho más, de solucionar.

Luisa Salama nos traslada a la guerra que estalló el día de Kipur (día del perdón para la cultura judía) el 6 de Octubre de 1973 entre la alianza de Egipto y Siria e Israel.

La novela, arranca unos años antes, para presentarnos a Judit, personaje principal de una historia por otro lado coral.

Muchas son las virtudes que encuentro en una autora tan valiente como respetuosa.
A las dos que acabo de mencionar añado la empatía y la asertividad. Más, cuando sus raíces están directamente relacionadas con uno de los "bandos" implicados en este cuento de nunca acabar.

Eso, en cuanto a lo que me transmite como persona a través de sus letras y, alguna que otra conversación.

Con respecto a la literaria, el título refleja la idea general del sentir de todos los actores que deambulan por "Que se aclaren los días"
Un deseo, un anhelo o aquella esperanza de alcanzar la luz, en medio de la bruma que toda guerra deja.

El trabajo de documentación es encomiable y la autora nos permite ver ambas realidades desde los distintos frentes.

Salama cuida mucho el lenguaje y los tiempos, con descripciones francamente hermosas y acertadas incluso en las secuencias más angustiosas.

El texto tiene una cadencia envidiable. Pese a los diferentes cambios de escenarios y sus dramas, mantiene un equilibrio pausado y, muy rico a nivel social, emocional y cultural.

Una obra que aúna amor, espionaje, escenas bélicas y búsquedas donde los días se aclaran unas veces y otras no.
Como la vida misma.

Habrá que seguir de cerca sinfónica de la pluma y el papel