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A menudo los hijos se nos parecen, y así nos dan la primera satisfacción, que dice el inefable Serrat. Aunque esto no siempre funciona de la misma manera. Hay tics, gestos, actitudes, inclinaciones nuestras que descubiertas en nuestros hijos nos provocan una profunda tristeza. Pero, ¿qué ocurre cuando es al contrario? ¿qué pasa cuando nos horroriza descubrir en nosotros esa herencia de nuestros padres, a los que por nada del mundo nos querríamos parecer? Este es el hilo conductor de este libro que transcurre por la carretera secundaria de la crisis de madurez del protagonista y en la que a un lado y a otro de la misma se nos despliegan esas historias simples en apariencia, tan comunes como las relaciones familiares, marido y mujer, padres e hijos... sueños, planes juveniles, objetivos que cambian con el tiempo, y no siempre al unísono con esa pareja con la que decidiste compartir la vida. Temas tratados aquí con una gran sensibilidad, con humor, e incluso con comicidad, y sin que falten las escenas de lagrimita. Una novela encantadora. |
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