Elogio de la ociosidad

Siempre es buen momento para leer a Bertrand Russell, pero en éste que vivimos ahora se hace casi necesario. Esta recopilación de ensayos, escritos entre 1932 y 1935, anticipa el devenir de Europa y comienza con el que da título al libro. Con su afilada pluma, su humor irónico y la lucidez de alguien que medita sobre los temas básicos de la existencia humana, Russell recapacita sobre la importancia extrema que se le da al trabajo en detrimento del ocio, entendido éste como la capacidad para poder meditar, aprender y deleitarse en la cultura, y explica como desde el llamado conocimiento "inútil" la humanidad se transforma hasta llegar a lo que es en el presente, su presente. Precisamente será ese conocimiento inútil (el segundo de los ensayos) el que defienda como creador del mundo moderno, admitiendo que utilidad y cultura si se conciben con cierta amplitud de miras no son tan incompatibles como piensan algunos.
En el resto de ensayos que completan esta obra habla sobre la arquitectura y los problemas sociales, la excesiva importancia que se le da al oro en las altas finanzas (le parece una estupidez sacar el oro de las entrañas de la tierra en Sudáfrica, para volverlo a poner bajo tierra en Londres, París o Nueva York...si, la verdad es que resulta cuanto menos curioso). También habla sobre el auge del fascismo, a través de figuras, aparentemente tan dispares, como Hume, Kant, Fichte, Carlyle o Mazzini. Se declara socialista, y contrario por ello al fascismo o al comunismo, que le parecen muy similares (los dos son intentos de una minoría para moldear a un pueblo por la violencia de acuerdo a una pauta establecida) y cree ver en el socialismo el mejor sistema para acabar con la desigualdad y establecer un régimen de racionalidad tan necesario en aquellos momentos.
La civilización occidental y sus males, la mala conciencia de la juventud con su cinismo latente, la necesaria educación en esfuerzo, valores, y disciplina, y hasta un breve ensayo sobre los cometas completan el libro.
Muy curioso, y divertido, es Hombres versus insectos, donde recapacita sobre la soberbia que muestran los seres humanos, dueños del mundo, inmersos en propuestas de desarme, pactos de no agresión, mientras dejan de prestar atención a un conflicto más real que es el que existe entre el hombre y los insectos. Echando mano de ellos cuando nos interesa no hacemos más que facilitar su propagación, su resistencia, y en ese sentido, nosotros, casi seguro, salimos perdiendo. Un auténtico placer leer a Bertrand Russell, siempre, pero ante la falta de cordura que muestra el mundo, aún más.