La chica gris

Desde que era un crío, siento una gran fascinación por los mundos del misterio y lo desconocido. Me encantaba leer sobre el tema, escuchar programas nocturnos de radio o tan solo dejarme llevar por aquellos tertulianos de lo sobrenatural que sembraban en mi la duda ante la posibilidad de no estar solos en esta dimensión terrenal. Me fascinaba, a la vez que me aterraba, la idea y pese al aumento del raciocinio que ganaba con el paso de los años, luego dormía asustado, tapado por mantas que servían de parapeto ante cualquier descenso de la temperatura que anticipase el más allá. Amar el horror, aceptarlo como plausible y tan solo disfrutar de cada uno de sus estremecimientos, aún siendo consciente de la fantasía que acompañan todas esas historias sobrenaturales.
En la Chica Gris se nos presenta a un investigador de todos esos fenómenos extraños que tanto disfrutamos los amantes del misterio. Y lo hace desde un punto de vista escéptico, que será reconocido por todo aquel que conozca la trayectoria de Antonio Runa. Isaac Zarco no deja de ser un reflejo de todos aquellos que han dejado de creer en esos mundos esotéricos que tanto le fascinaron en su momento. Quizás porque su momento actual, tras la muerte de su padre y su reciente separación, le han llevado a renegar de todos los dones que creía tener y que le acercaban a esos mundos del misterio. O simplemente porque conoce como funcionan todos los entresijos, las farsas y engaños que se desenvuelven en esos terrenos de lo esotérico.
Desde ese punto de vista, la novela de Runa consigue fascinar mostrando los dos lados de un espejo en el que la equidistancia entre lo racional y lo asombroso es frágil. Hasta el punto de arrastrar al lector hacia dos mundos opuestos en donde nadie quedará satisfecho si no está dispuesto a mantener el equilibrio entre su niño fascinado y el adulto en el que se ha convertido.
Y es que la primera parte de la novela se toma todo su tiempo en razonar como todos esos mundos de fantasía se despedazan ante un mínimo análisis. Isaac, inmerso en una crisis de fe en si mismo y todo lo que le rodea, se empeña en mostrarnos la farsa que envuelve los mundos del misterio porque él mismo forma parte de ella y acompañará al lector exponiendo todo tipo de argumentos que justifican lo absurdo de cualquier acercamiento a lo irracional. Y, sobre todo, nos plantea la semilla de un personaje cuyo escepticismo viene fraguado por algo que no deja de ser el auténtico misterio de la vida: las personas, sus relaciones, sus comportamientos y, como no, sus frustraciones y amarguras ante todo aquello que realmente nunca comprenderán porque, en realidad, ¿quién entiende el misterio de las relaciones humanas?
Sin embargo, la novela no deja de ser consciente de que los lectores siguen siendo esos niños que disfrutan de esas historias aterradoras en donde los fantasmas acechan a cada esquina. Y aquí la fantasía hace su aparición para recordarnos que, como dijo la marquesa du Deffand: “No creo en los fantasmas, pero me dan miedo”. de ahí que todo el desarrollo de la novela apueste por presentarnos esos mundos que, posiblemente, nos hayan acercado a la lectura de esta Chica gris.
Quizás ahí pueda generarse una cierta desazón en una historia que muestra ciertas incongruencias con lo planteado hasta ese momento. Lo maravilloso aparece ante el lector, desbordando cualquier tipo de análisis racional que floreciera a lo largo de su fascinante comienzo, haciendo una apuesta por ese más allá que nos acerca al niño que todos llevamos dentro. Decía un profesor de literatura que tuve que, si quieres disfrutar de la historia interminable, tienes que creer en los Comepiedras. Y lo mismo ha de ocurrir con esta Chica Gris, en donde para poder disfrutarla como merece, te tienes que dejar llevar por una propuesta que, en ciertos momentos, parece al borde del descarrilamiento.
Sin embargo, el desarrollo del personaje principal y la apuesta decidida por la humanidad del mismo, con sus flaquezas, mezquindades y desesperanzas, consigue que el lector mantenga el interés ante un argumento totalmente delirante en el que tienen cabida todo tipos de teorías sobrenaturales. Sería injusto enumerarlas y estropear las sorpresas, pero en la novela se plantean algunos mundos que requieren un esfuerzo del lector por disfrutar de todo ese misterio que tanto le fascinó desde pequeño.
Si a todo eso añadimos la propia figura del autor, que para quienes no le conozcan puede ser cualquiera de nosotros, que disfrutamos y nos enorgullecemos de la cultura freak de la que nos hemos empapado a lo largo de las últimas décadas, y de esa manera que tiene de narrar empapando su impronta en cada una de las páginas que componen la novela, nos encontramos con una historia hecha por y para los fans del misterio y de aquellos que disfrutamos de lo sobrenatural porque, al fin y al cabo, seguimos siendo esos niños que tenían un profundo temor a apagar la luz de la habitación.