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El personaje principal es un adolescente que estudia danza clásica desde muy pequeño, pero ha entrado en una etapa en la que tantas obligaciones le asfixian: el instituto, los entrenamientos, su amor por Clara, su amistad/enemistad con Álex... No conocemos su nombre hasta el final, detalle que es un acierto porque, de ese modo, cualquier adolescente puede identificarse con él. Mónica Rodríguez utiliza una prosa elegante, suave y estudiada, como la danza. No hay rayas que separen los diálogos y los capítulos son cortos, a veces sólo se componen de una frase: esto transmite la sensación de que estamos ante un diario muy introspectivo, aunque en algunos momentos me agobiaba por la monotonía de la narración. En resumen, nos habla de las complicaciones de la adolescencia, la amistad, las relaciones familiares, los celos y el amor; visto así no parece una idea original, pero la autora combina todos esos temas usando la danza como eje vertebrador: el resultado es una alegoría a la belleza del cuerpo y a todos los elementos que lo moldean. Enlace: https://cinedeescritor.blogs.. |
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