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En nuestro idioma no existe un término específico para definir a la mal denominada “eyaculación femenina”, pero desde hace unos meses, Patricia Rivas nos trae el definitivo. “Historia de la Acuación”, que edita @menades_editorial, nos presenta la historia de la “eyaculación femenina”, descrita desde la remota antigüedad tanto en culturas occidentales como orientales, a través de numerosos textos filosóficos y médicos. Han sido numerosos los estudios sobre la eyaculación femenina -si era real o no-, pero también del “semen femenino”, que se libera durante el acto sexual, equiparándolo con el del hombre pero siempre marcando las diferencias. Y, de hecho, fueron los antiguos griegos quienes usaron esta distinción, esta idea de que mujer es “todo aquello que, por una falta de perfección (calor vital), no es hombre”, quienes sentaron las bases de la misoginia occidental. El primero en hablar del fluido que salía del útero de una mujer durante el disfrute sexual fue Aristóteles, y más tarde Galeno el que dijo haber encontrado la prueba de que las mujeres producían esperma (sí, Galeno estaba a favor de la igualdad entre la sexualidad masculina y femenina). Y así, de Galeno a Foucault, pasando por los textos medievales, este ensayo nos conduce al siglo XVII, cuando el tratamiento del tema cambia radicalmente por la desaparición de las referencias bibliográficas al orgasmo de las mujeres. De esta forma, la autora saca a la luz una realidad oculta: que el contenido androcéntrico y misógino de los discursos que han sido considerados hegemónicos en la construcción del conocimiento en Occidente, ha sido determinante para definir la sexualidad femenina, para definirnos, para decirnos qué somos y qué no somos. Y para muestra de ello pensemos en la cantidad de nombres masculinos, como trompas de Falopio, glándulas de Bartolino o glándulas de Skene, que han impuesto a las partes de nuestros cuerpos. Enlace: https://www.instagram.com/p/.. |
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