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Crítica de ruben_reads


ruben_reads
04 April 2024
“Lo que aquella gente ignoraba, o no quería saber, es que detrás de aquel cuerpo inverosímil se escondía un alma inteligente y sensible, que la vida y los hombres, desde que ella naciera, se habían complacido en no tener en cuenta”.

Catherine Beauvois era fea. Muy fea. Tanto que, cuando nació en 1630, la primera idea de su padre fue meterla en un saco, coserlo y arrojarlo al Sena. Sorteada la mu3rte prematura, el destino de Beauvois era acabar en un convento, donde la gente no pudiera mirarla y horrorizarse con su cara. Pero hasta que llegara el día en que pudiera ingresar en él, sus padres confiaron su crianza a la abuela paterna, Geneviève, quien había sido cuidadora del pequeño Luis XIII de Francia y poseía una gran destreza en la elaboración de enemas. Para la anciana, esas soluciones elaboradas combinando ingredientes naturales e introducidos por la retaguardia en forma de lavativa eran capaces de curar todo: los vahídos, las fiebres y cualquier dolor.

Catherine fue capaz de absorber todos estos conocimientos ‘médicos' que le transmitió su abuela, superándola incluso. Tanto, que llegó a hacerse imprescindible en la vida de la reina Ana de Austria, quien padecía fuertes dolores digestivos debido a su dieta y precisaba a diario de los milagrosos enemas que preparaba Beauvois. La presencia perturbadora de un engendro de la naturaleza como Catherine, de una persona tuerta y tan sumamente fea, en mitad de la belleza del palacio del Louvre, inquietaba a los cortesanos. Los frescos deslumbrantes, los ricos tapices bordados en oro, las lámparas de araña, las estatuas de mármol o alabastro contrastaban con la deformidad de Catherine, cuya fealdad no pasaba desapercibida y generaba comentarios hirientes y murmuraciones a su paso. 

La historia está narrada de una forma inteligente, mordaz, dura y con cierto aire de fábula sobre la relatividad de lo feo y de la mentira de las apariencias. Como es obvio, pese a que para la sociedad de la época, el monstruo era Catherine, en la novela queda patente que los monstruos a los que hace referencia el título son los cortesanos que juzgaban a ‘Cateau la tuerta' y le hacían la vida imposible, obviando sus talentos, por el hecho de ser fea y trabajar aplicando lavativas a la reina. Esa monstruosidad humana, esa crueldad que les impedía comprender que alguien “con la cara del demonio y los dedos oliendo a mi3rda” pudiera acompañar en sus paseos al cortejo Real.

He amado al personaje de Catherine. Las zancadillas que le va poniendo el destino construyen un personaje fuerte, decidido y con las ideas claras. La repulsa que sufre por parte de la sociedad contrasta con el amor que le profesa su abuela, y que aporta la parte más entrañable a la novela. Un bálsamo que reconcilia con la narración y permite respirar ante la catarata de desgracias, atropellos y rechazos que sufre Cateau por parte de todos.

El personaje de Beauvois (Bellier, de soltera) exisitió realmente. Se sabe que fue persona de confianza de la reina viuda regente Ana de Austria y, pese a su fealdad, se dice que tuvo numerosos amantes, entre ellos el hijo de la reina, un adolescente Luis XIV, el futuro Rey Sol. La historia narrada en esta novela por Richaud difiere de forma sustancial de las crónicas de la época (escritas por hombres), en las que los comportamientos disidentes de mujeres no eran bien aceptados. Así pues, entiendo que el autor ha querido hacer justicia con esta novela a un personaje femenino maltratado y ninguneado, y dignificarlo poniendo de manifiesto el importante papel que tuvo en la corte del joven Luis XIV y en la salud de la Familia Real, mucho más allá de sus supuestos devaneos s3xuales.
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