Dispersión

Penny es la anciana viuda de un artista excéntrico y malhumorado que afronta la última etapa de su vida aislada en un viejo apartamento. Come muy poco, duerme mal y pasa el día entre recuerdos, contemplando el irreversible deterioro de su cuerpo y de su mente. Después de sufrir una caída en la cocina mientras intentaba cambiar una bombilla, es trasladada contra su voluntad a una pequeña residencia.

Así es como arranca Dispersión (2022), del autor canadiense Iain Reid, cuyo título original en inglés es We Spread. El argumento nos plantea una trampa: la pobre Penny necesita ser escuchada, cuidada, querida. Quedarse en su vetusto piso significa morir. La vida en la residencia Seis Cedros parece una nueva oportunidad para ella.

Aquí el lector espera encontrarse con los clásicos tópicos que se cuentan sobre las residencias de personas mayores y que, por desgracia, a menudo son reales. Esos lugares tristes y siniestros donde los viejos son abandonados, descuidados e incluso maltratados. Pero nada de eso sucede allí. al contrario, Seis Cedros parece un lugar idílico: la comida es excelente, los empleados atentos y los otros residentes (solamente hay tres, además de ella) parecen amables y felices, cada uno a su manera.


Pero Penny empieza a notar cosas que no son normales. Tiene muchas dudas acerca de cómo ella ha ido a parar allí y cuáles son las intenciones reales de Shelley, la directora del centro. Empieza a sentirse como una prisionera. O algo peor, la cobaya de alguna clase de monstruoso experimento.

La anciana permanece en estado de alerta, luchando por mantener su individualidad y negándose a diluirse en el paisaje. Sin embargo, todo es tan extraño y confuso que a menudo es incapaz de distinguir la fantasía de la realidad, llegando a dudar de su propia lucidez.

El relato es intencionadamente ambiguo. Nos habla del miedo, de la vejez y de la muerte. La narración es fluida, pero opresiva. Navega entre la novela social y el género de terror, con personajes enigmáticos que resultan tan atractivos como desconcertantes. al final, le toca al lector decidir cómo interpretar las señales y extraer sus propias conclusiones sobre lo que pasa en la residencia y en la mente de Penny.

Cualquiera que sea esta conclusión, resulta aterradora. Porque las historias de miedo bien contadas asustan, pero también asustan las que muestran la realidad de la vida con toda su crudeza: la vejez, la soledad, la decrepitud, la pérdida del contacto con la realidad… Y, al final de todo, la muerte.
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