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Recuerdo que mi abuela materna hizo una vez una manta. Fue tejiendo cuadrados de distintos colores que luego unió sin un orden preciso, conformando así aquella pieza que aún conservamos. Algo así es lo que hace la autora en este libro: construye la novela con distintos momentos de vida, sin seguir un orden cronológico. Es igual que abrir un álbum de fotos en el que los recuerdos inmortalizados en papel fotográfico se han colocado aleatoriamente y algún familiar, sentado a tu lado, te va explicando la historia de cada imagen. Al inicio la autora aclara que no es una autobiografía, y también confiesa en los agradecimientos que es una versión alterada de las historias de la familia. Sea como sea, estamos ante una lectura francamente entretenida. Es un libro ágil, ligero, muy apropiado como lectura de verano. Una treintañera, que se queda en paro y tiene que volver a casa de sus padres, decide ir a pasar unos días a la casa de Salinas de su tío Claude para indagar en la historia de su familia. Y desde ese punto se nos abre el cajón de los recuerdos y las vivencias. Una parte de esa historia está en las cajas de zinc, impasibles ante el paso de los años, de las instalaciones abandonadas de la Real Transmontana de Minas. Hay historias de los padres, los abuelos, los bisabuelos... La niñez, la adolescencia y la edad adulta de la protagonista pasan por delante de nuestros ojos, mientras los recuerdos de las nuestras asoman en nuestra memoria. El lector observa esa vida en ocasiones dramática, y otras veces, por supuesto, también divertida y emotiva. Es muy fácil sentirse identificado con alguna situación del libro: con las tardes de verano, los primeros amores, el despertar sexual, las subidas y bajadas de esa montaña llamada vida... Si os apetece un libro que sea lea gustosamente y que os saque más de una sonrisa, animaos a leerlo. Enlace: https://www.instagram.com/p/.. |
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