Tristura

El post de hoy va de voces injustamente olvidadas. Elena Quiroga, santandereana y escritora española de reconocido prestigio el siglo pasado, es una de las voces que la historia de la narrativa española ha enterrado entre sus páginas. Sin embargo, es importante no olvidar que ella fue la segunda mujer en alzarse con uno de los premios literarios españoles que más talento lanzó al panorama literario español, el premio Nadal. Viento del norte es la obra que se hizo con este premio en 1950; diez años después publicaría Tristura, el libro que hoy os quiero reseñar.

Tristura nos habla de Tadea, una niña huérfana de madre que vive con su abuela, sus tíos y sus primos. Con un estilo narrativo único, Quiroga da la palabra a Tadea y es ella quien toma la palabra y sus ojos se convierten en nuestros ojos, sus oídos en nuestros oídos y su tristura en nuestra tristura. La técnica usada es el flujo de conciencia, una narración de sensaciones y de sentimientos dónde se intercala las vivencias presentes con el recuerdo de un pasado dónde nuestra protagonista se sentía cuidada y protegida.

Lo he ido comentando estos días mientras leía el libro, la palabra que define esta historia es especial. Un estilo narrativo especial, una protagonista especial y una historia especial. En una España dónde triunfaba el realismo impregnado de esa corriente tremendista, Quiroga aborda la tristura desde una óptica muy distinta otorgando a la novela una personalidad muy marcada. Y aunque si que considero que a veces la narración resulta caótica y es un terreno en el que yo no me muevo con facilidad, si que es cierto que creo que es una historia que no mereció ser olvidada y que es de agradecer que Bamba Editorial la haya traído de vuelta.