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Crítica de Guille63


Guille63
08 March 2023
“La verdadera vida, la vida al fin descubierta y dilucidada, la única vida, por lo tanto, realmente vivida es la literatura”

Todo empezó allá por el año 1 a.c. (antes del confinamiento) y termina rozando el año 1 d.c., casi dos años entre una magdalena y un mal paso provocado por la desigualdad en el nivel de unos adoquines, nimiedades que, sin embargo, abrieron un mundo nuevo al autor, que le reconciliaron con la vida cuando ya veía venir la muerte.

Este será, a la manera en la que Françoise cocinaba el famoso guiso que tanto apreciaba el Sr. de Norpois, el gran trozo de carne que Proust nos hará degustar en este séptimo plato y que encontraremos, como es su costumbre, copiosamente bañado en la gelatina que el autor gusta siempre de añadir con el fin de enriquecerlo. Asistiremos así a una nueva epifanía que echará por tierra todas sus dudas intelectuales, toda su inquietud por el futuro, justo cuando más intenso era su desencanto con la literatura y con sus dotes para con ella.

Aunque conociéndolo, no es extraño pensar que tanto desafecto con el arte no fuera más que su superlativa coquetería buscando nuestro inmediato halago en respuesta a su confesión de que “no sabía escuchar ni… mirar”, que solo era capaz de ver lo que previamente le había sugerido alguna lectura o alguna pintura y que más sacaba de estas visiones artísticas que de la realidad que las sustentaba. Una conexión entre vida y arte que rebajaba tanto el valor de la lectura, que le engrandecía lo que después se demostraba no merecerlo, como ponía en duda su valía al no saber encontrar la grandeza de lo que solo el arte le permitía descubrir.

Para su satisfacción, y la nuestra, Proust se reconcilió con su destino literario al descubrir que no era la inteligencia, la “memoria uniforme”, la que iba a salvarlo de la mediocridad de la vida, pues esas capacidades se descubren inútiles para su total y completa apreciación. Proust se abrió a una realidad que solo podía encontrar en el fondo de sí mismo, no surgida de la libertad pues le venía dada, con un certificado de autenticidad que radicaba precisamente en el “esfuerzo por emerger hacia la luz” y en “la alegría de la realidad recobrada”, y que solo aparecía cuando confluían en un todo la sensación pasada con la del momento actual, cuando ambos tiempos se entremezclaban en ese ser extratemporal que por fin podía gozar de la esencia de las cosas.

Marcel superó así la inevitable ley que siempre le había impedido gozar de una realidad que solo apreciaba en su imaginación, esto es, en su ausencia. Por fin su ser podía nutrirse de las esencias tanto tiempo anheladas que…” languidece en la observación del presente donde los sentidos no pueden llevarla, en la consideración de un pasado que la inteligencia le deseca, en la espera de un futuro que la voluntad construye con fragmentos del presente y del pasado”. Marcel renació.

“La obra de arte era el único medio de recobrar el tiempo perdido”
Y, por tanto, el arte fue la piedra filosofal que le hizo recuperar el pasado (“los verdaderos paraísos son los paraísos que hemos perdido”) y, por tanto, a toda la gente que pasó por su vida y que ahora le parecían “que habían vivido una vida que sólo a mí había beneficiado, me parecía como si hubieran muerto por mí”, y, por tanto, todo el dolor, todo el sufrimiento experimentado, que no es sino el alimento del artista.

“Cuando un insolente nos insulta, seguramente preferiríamos que nos alabara, y sobre todo, cuando una mujer nos traiciona, ¡qué no daríamos porque no fuera así! Mas el resentimiento de la afrenta, los dolores del abandono serían entonces las tierras que nunca conoceríamos y cuyo descubrimiento, por penoso que le sea al hombre, resulta precioso para el artista.”

¿La gelatina? Abundante: “Ya había observado yo en diferentes personas que el alarde de sentimientos loables no es el único disimulo de los malos, que hay otro más nuevo: la exhibición de los malos, para que, al menos, no parezca que se quiere ocultarlos”; “(la amistad) es el error de un loco que creyera que los muebles viven y hablara con ellos”; “Si no tuviéramos rivales, el placer no se transformaría en amor”; “la felicidad, apenas tiene más que una sola ventaja: hacer posible la desventura”; “toda muerte es para los demás una simplificación de la existencia, quita el escrúpulo de mostrarse agradecido, la obligación de hacer visitas”; “lo que parece único en una persona deseada no le pertenece… el tiempo transcurrido me daba de esto una prueba más completa, porque, pasados veinte años, yo quería, espontáneamente, buscar, en vez de las muchachas que había conocido, las que ahora poseían aquella juventud que las otras tenían entonces”…
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