La maldición de la reina Leonor

Segundo volumen de la mal llamada trilogía de la reconquista, pues esta, empezó varios siglos atrás con Pelayo y su banda y acabó con los reyes católicos conquistando Granada.

Hija, y con el mismo nombre que la gran Leonor de Aquitania, llegará a Castilla para convertirse en reina consorte. Se autoproclamará maldita, al no poder concebir hijo varón y por tanto, heredero del octavo Alfonso.

Creerá que la causa son las continuas visitas de su esposo a otras faldas, dando una solución muy medieval al asunto. Muerto el perro...

La Hispania de finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII, ha sido narrada hasta decir basta.

Ya sabéis, almohades por aquí, derrota de Alarcos, victoria en Navas de Tolosa...¡¡si hasta tenemos una fiesta!! (bueno en Valencia, los moros y cristianos tienen que ver más con Jaime I, pero los palos empezaron antes)

Papas corruptos, intrigas palaciegas, batallas, nobles que cambian más de señor que de ropa interior (y aquí esto es literal, que para quitar un calzoncillo había que hacer palanca) nada nuevo.

¿Qué ofrece distinto Peridis?

Un humor exquisito sin necesidad de ofender a la historia.

Reyes con bata y rulos, de ir por casa, con sus conversaciones de alcoba y amoríos extraconyugales en pajares, establos y otros sitios de postín.
En la novela prima el día a día por encima de las gestas, sin renunciar a ellas.

Una nobleza absolutamente religiosa, con creencias muy arraigadas y excesivamente supersticiosos.

Y en realidad, no creo que vaya muy desencaminado el autor, mi imagen de estos grandes guerreros es igual de mundana, no le resto epica, solo ensucio sus botas de caca, pues pisar, las pisaban.

Sí, me ha gustado, con una prosa sencilla, Peridis combina hechos históricos bien documentados, ficcionando a los personajes en las distancias cortas, humanizándolos, haciéndolos muy cercanos.

Eso sí,de la reconquista, la trilogía solo muestra una pequeña parte, la que fue clave, sí, pero más bien es la vida de Alfonso VIII y quienes le rodearon, que nadie se llame a engaño.

Y hablando de cambiar...¿alguien me presta una palanca?