El cantar de Liébana

A sus 81 años y con envidiable lucidez, el humorista, divulgador y escritor Peridis nos regala su quinta novela.

Bien nacido, el autor hace un excelente homenaje a su tierra enalteciendo sus bondades.

Desde las bucólicas descripciones de los Picos de Europa hasta la más dulce gastronomía Don José María propone un viaje a pasado y presente de su Cantabria natal.

Para ello, y como la ocasión la pintan calva, se aprovecha, nada menos, de Beato de Liébana y sus celebrados comentarios al apocalipsis de San Juan.

Para Peridis no hay duda. Los Beatos son los primeros cómics de la historia y serán el eje central de un texto rocambolesco que, con todo, consigue su propósito. Divulgar a tan insigne figura.

Tampoco esperen una propuesta excesivamente profunda, pues más allá del adopcionismo y sus disputas con Elipando de Toledo, el resto es bastante superficial.

Eulalia es una viuda jubilada que se inscribe en un seminario sobre Beatos en la universidad de Valladolid.
Las clases las imparte Crisógono, un estrafalario profesor de edad similar que consigue hacer divertido algo tan aburrido como lo es el tema que nos ocupa.

Una casa heredada por nuestra resuelta universitaria pondrá la novela patas arriba.

La obra está dividida en 7 partes que coinciden con los siete sellos del apocalipsis y, sin duda, es mucho más amena en la ficción actual, que en la histórica.

En parte porque los protagonistas en su mayoría, son gentes de la tercera edad con una vitalidad desbordante, pero también influye la aparición de actores inesperados de mayor o menor renombre.

El relato cuenta además con el buen humor que caracteriza al autor, que sazona el libro con diversos dibujos inspirados en los Beatos y que no tienen desperdicio.
Aunque, por desgracia, todos han sido reproducidos en un azul que por repetición, se vuelve monótono.

Algo forzada, pero romántica en todos sus conceptos, El cantar de Liébana da la sensación de ser más un capricho del autor, que una novela bien trenzada.

Es cierto que que se agradece la frescura con la que aborda su trabajo, pero sinceramente esperaba mucho más de él.

Al menos me eché unas risas, en especial con los chistes lanzados en una cena tan improbable como surrealista.

Eso sí.
No esperes una máster class.