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Crítica de Maya


Maya
11 March 2019
La confesión de Joaquín Grau es la primera obra de Gabriel Pérez Gómez, periodista y doctor en Ciencias de la Información.

Nos encontramos en Biarritz en 1938. Un espía franquista, Joaquín Grau, profesional de la mentira, decide confesarse y entra en una Iglesia. El cura que le espera en el confesionario es español, es un nacionalista vasco, Don Elipio, de Rentería. Grau no sabe si es ético contarle todo lo que le va a contar, porque hay secretos del bando franquista. Entonces, el lector imagina a un espía antipático, duro, inhumano y a un cura intransigente y por tanto una confesión comparable a la guerra civil. Nada más lejos de la realidad. Grau necesita desahogarse, necesita contar todos sus recuerdos y que alguien le escuche. Efectivamente, nos vamos a encontrar con la confesión más anómala que podamos imaginar. Para nada se hace aburrida o densa. La prosa nos conduce con suavidad por distintos episodios de nuestra guerra.

Según nos cuenta el autor, todos los personajes menos los dos protagonistas son reales y “Todos ellos tenían sus razones y sus circunstancias”. Por las páginas de la confesión de Joaquin Grau veremos pasar gente como Agapito García Atadell o Ángel Pedrero, militares, políticos, el frente de Madrid, la vida en Marsella o la dulce Cataluña.

La novela nos hace entrar de lleno en la tristeza de una guerra “entre nosotros mismos”. El cura de Rentería se encuentra con una narración de carácter político, de escaramuzas de unos y otros para engañar al contrario, si bien en algunos momentos, todos se preguntan si el oponente no estará haciendo lo mismo.

No sé si el autor ha tenido una gran pericia al construir a Grau, no sé si Grau es un retrato de tantas personas de derechas de la época en cuya boca se ponen frases como esta:

“Y el Wodka era uno de los lugares más apetecidos, con un ambiente “poco republicano”, a pesar del nombre, cosmopolita, de gente bien vestida y mujeres arregladas, sin pinta de busconas ni de milicianas que han vuelto de no se sabe qué frente, con el olor propio de quien no se ha cambiado de bragas en el último mes”.

Yo, por el contrario, agradezco que las mujeres no sean todas muñecas recién perfumadas que van a la Gran Vía a tomar un Martini y a entretener a caballeros desocupados, sobre todo si estás en medio de una guerra.

Es también patente en las charlas entre Grau y Don Elipio, la visión de los republicanos, todos, como estúpidos redomados que no saben lo que se traen entre manos y que parecen estar en el camarote de los hermanos Marx en vez de en una guerra. Si esperábamos que Don Elipio sirviera de contrapunto a la visión de derechas, estábamos equivocados. Porque Don Elipio se limita a escuchar y a recordarle de vez en cuando que “Me gustaría que fuera más claro al exponer los asuntos de los que usted se acusa”
No es hasta el final que sabremos de que se acusa Joaquín Grau : ”Me acuso de que, por mi torpeza, …”

Agradezco a Babelio y a la Editorial Espuela de Plata que nos haya dado la oportunidad de leer la novela de Gabriel Pérez Gómez.

Enlace: http://salamandranegra.com
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