Un tratado corto, muy corto, pero muy denso. ¡Qué aburrido, por favor! (iba a decir por Dios, pero no quiero que Shelley se remueva en su tumba jejeje). Se trata de un ensayo en el que el autor declara como lo natural es ser ateo; que la gente se "inventó" la idea de un dios creador por desconocimiento de las causas reales de lo que sucedía y que más tarde se mantiene por tradición; que en mundo racional y con conocimientos científicos, la superstición no tiene cabida. Es el teísmo el que debe demostrar la existencia de dios y no al revés. |