Durante los primeros cuatro o cinco capítulos llegué a pensar si no sería una versión femenina de Tom Sawyer (Baba me parecía un personaje a medio camino entre Huck y Tom, Jack Holland me producía la misma repulsión que Willie Mufferson, el niño modelo al que todos odiaban en la historia de Twain, encontraba semejanzas entre el empleado que trabajaba en casa de Caithleen y Jim, el esclavo negro, y tampoco faltaba el padre borracho al que todos temían). Más adelante, por momentos, el tono me recordó al de Las cenizas de Ángela, ya saben, eso de contar miserias y atrocidades con sencillez, naturalidad y un cierto tono melancólico. Pero carecía del humor y la ironía de la obra de McCourt. Estoy seguro de que Philip Roth, Alice Munro, John Berger o Kingsley Amis saben de esto mucho más que yo y doy por supuesto que han leído muchas más obras de esta autora que un servidor, pero no he encontrado en esta novela nada más que una novela juvenil bien escrita y yo estoy ya muy mayor para casi todas las novelas juveniles. |