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Manual de filosofía práctica podría ser el subtítulo de este libro tan interesante, en realidad todo lo que escribe esta mujer lo es, que nos ofrece una visión médica de la filosofía helenística tanto de ámbito griego como romano. Estoicos, epicúreos y escépticos concibieron la filosofía como la medicina del alma y al filósofo como el médico que podía curar los males que siempre acechan al ser humano que no son otros que dejarse llevar por las emociones, dejarse controlar por ellas. ¿Qué es la salud? ¿Qué es la enfermedad? ¿Realmente influyen las emociones en ambas? Estas y otras muchas dudas acuciaban a los hombres de la antigüedad, y en época de Aristóteles se investigaba y debatía acerca de la salud y sus medicinas. Mucho me temo que pasados unos cuantos siglos seguimos en las mismas. Para Demócrito las enfermedades estaban producidas por creencias falsas. Epicuro lo tenía muy claro, era capaz de aseverar que el dolor más insoportable, el peor, era la turbación del alma. ¡El hombre enfrentado a sus demonios! La filosofía debía darles una salida, y si la filosofía servía para amparar al desdichado entonces la filosofía era un tipo de medicina. Pero, ¿de qué tipo? si no sólo influyen las emociones porque también lo hacen el entorno, la familia, la posición social... ¿Deben dar los filósofos por perdidos a aquellas personas que viven bajo condiciones deprimentes? Porque entonces la filosofía poco podía hacer por aquellas personas. de nuevo Epicuro clama, "Vacío es el argumento de aquel filósofo que no permite curar ningún sufrimiento humano" Y para demostrar que este filósofo llevaba razón, aparece Lucrecio y su suicidio por un amor no correspondido. Realmente las penas pueden ser tan grandes como para no desear vivir. La filosofía debería, de nuevo, dar respuesta a esto, como también al tema de la muerte. Miedo, amor, pero sobre todo cólera. La cólera de los hombres que no entienden los dioses "hasta las bestias viven vidas mejores en este peligroso e imperfecto mundo". Y llegamos a los escépticos que lo tienen todavía más claro: la creencia misma es una enfermedad. "Toda infelicidad sobreviene por algún tipo perturbación. Pero toda perturbación les viene a los humanos, bien por perseguir intensamente alguna cosa, bien por rehuir intensamente alguna cosa". No hay remedio parecen decir. Hasta que llegue Pirrón y diga que hay que "despegarnos por completo del ser humano". Nussbaum define muy bien este "tratamiento" y los llama "purgantes escépticos". Tras la tempestad viene la calma, literalmente, y nos introduce en lo que llama "tónicos estoicos" de Séneca y Cicerón. La razón por encima de todas las cosas, la razón que el ser humano debe buscar en su interior. "Existe, os lo aseguro, un arte médico para el alma. Es la filosofía, cuyo auxilio no ha de buscarse, como en las enfermedades del cuerpo, fuera de nosotros mismos." Tal vez la presencia misma de lo divino que todo ser humano lleva consigo hace acto de presencia en la terapia de autoayuda que propone Cicerón. Epicteto, "se tú mismo, tu propio discípulo y tu propio maestro"; Séneca "la venganza disminuye la humanidad"; Crísipo, el filósofo que cuenta la leyenda murió de un ataque de risa, para el que las pasiones son formas de un falso juicio, muy próximo a Demócrito... ¿Se puede escribir sobre filosofía de manera seria redactando un ensayo de casi setecientas páginas que puede leer tanto especialistas como simples aficionados? Sin duda, este es un magnífico ejemplo. Ánimo y ya sabéis: "Más Platón y menos Prozac"... aunque ese es otro libro. |
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