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—¿Padre? —Tras la puerta se escuchó una voz dulce y femenina—. Quiero confesarme. ¿Padre? ¿Está ahí? Necesito que Dios perdone mis pecados. La temperatura bajó de forma abrupta; tanto, que los alientos parecían humo. —No es sor Patricia —susurró María con los ojos muy abiertos. —Lo sé. Anthony abrió el maletín y extrajo un crucifijo, una botella colmada de agua bendita y el libro Ritual Romano, que abrió por el capítulo doce: de exorcizandis Obsessis a Daemonio.
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