El cielo está en cualquier lugar

Lennie Walker, dotada clarinetista y lectora empedernida de diecisiete años, ha sufrido la más devastadora de las pérdidas. Su hermana, su todo, ha fallecido a causa de una arritmia, interpretando a Julieta. Su existencia se vuelve del revés porque, no solo está pasando por un duelo brutal, también su vida empieza a tambalearse y no sabe cómo tomar las riendas. Desde que su madre las abandonara, la niña convivía con su abuela y su tío, atesorando las historias sobre su madre que le contaban y respirando al resguardo de la sombra de Bailey.

Su sexualidad despierta en el momento más inoportuno -¿existe alguno que lo sea?-, y en el funeral de su hermana no puede quitarse la cabeza los besos que daría -o recibiría- de los chicos presentes. La aparición de Joe, un genio de la música recién llegado de París, y la insistencia de Toby, el novio de Bailey, que busca consuelo, complicará la situación.



Luego está Toby, el novio de Bailey, que es el único que le ofrece consuelo, aunque eso suponga acabar morreándose como dos posesos enamorados. ¿Qué pensaría Bailey de ella? Y además, también está Joe, un genio de la música recién llegado de París, que con su sonrisa «del tamaño de los Estados Unidos continentales» encandila a todo el mundo, en especial a nuestra protagonista. Por otro lado, su mejor amiga, Sarah, no sabe cómo ayudarla, aunque lo intenta casi con desesperación, pero como Lennie está igual de perdida que ella, se han ido alejando desde la muerte de Bailey.

Quizá lo más hermoso de El cielo está en cualquier lugar (Planeta, 2019), de Jandy Nelson sean los pequeños poemas y las notas que Lennie va escribiendo por todas partes y que va dejando por el mundo para que alguien -nosotros-, los encuentre y asista a la reconstrucción de sí misma que está sufriendo y que la llevará a darse cuenta de que «el cielo está en cualquier lugar, empieza en tus pies».
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