Cuando un libro me hace poner los ojos en blanco y sentir rubor ajeno, tengo claro que o me he hecho muy muy muy mayor o algo pasa. Si, considerandome una cursi, me da vergüenza ajena leer lo que parece el diario personal de un prepúber inspirado y me encuentro una y otra vez con juegos de palabras forzados sin sentido, te amos de máquina expendedora, lugares trilladísimos, analogías de parvulario, giros previsibles, la palabra follar como comodín malote, obviedades una y otra y otra vez... de verdad, no puede ser. Ni siquiera estoy segura si me hubiera gustado con 13 años. La poesía no merece esto. (menos mal que no quería ser dura).
|