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“Ahora ya veía la forma que la había intrigado. Era un cuerpo. El cadáver de una mujer, abandonado encima de las rocas. Cuanto más se acercaba, mayor era su espanto. No se trataba de un accidente.” ~ La huella de la noche de Guillaume Musso. Thomas regresa a su pueblo natal para acudir a la fiesta de aniversario del Liceo donde estudió en los 90 y que por aquella época dirigían sus padres. Vuelve con el temor de que los actos cometidos entonces salgan a la luz y termine en la cárcel junto a su amigo del alma Máxime. Por entonces, Thomas estaba enamorado de Vinka, una joven que levantaba pasiones entre todos aquellos que la conocían y a quien Thomas aún no ha logrado olvidar. Pero Vinka lleva desaparecida desde la misma noche en la que sucedieron los hechos que atormentan a Thomas. Ahora, 25 años después, el escritor y su amigo Máxime comienzan a atar cabos y a averiguar ciertos aspectos de aquella época que desconocían. Y es que los recuerdos que tenemos de los hechos no siempre concuerdan con la realidad o están distorsionados por el paso del tiempo. Guillaume Musso va tejiendo una historia sin prisa pero sin pausa; sin grandes giros pero sin parada. Poco a poco la trama discurre a lo largo de las 300 páginas narrada en primera persona por Thomas e intercalando confesiones a modo de diario de otros personajes clave. El libro está escrito con sencillez y la historia se lee de forma pausada, dejándose de llevar, sin grandes sobresaltos ni con un ritmo vertiginoso. Los personajes se ajustan perfectamente a la máxima de Garcia Márquez de la que Musso se hace eco en el libro: “todos tenemos tres vidas: la pública, la privada y la secreta”. Tal cual. |
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