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Crítica de Guille63


Guille63
27 March 2023
"Toda teorización es una huida. Debe dirigirnos la situación en sí, y eso es inexpresablemente concreto. Desde luego, es algo a lo que nunca podemos acercarnos lo bastante, por mucho que intentemos, por así decirlo, meternos bajo la red".

La más humorística de las obras que hasta ahora he leído de la autora, alguien a quien admiro profundamente y a la que saboreo me hable de lo que me hable. Y aquí, en su primera novela, me ha hablado de algunas de las cosas que le importan y de las que ya me ha hablado en sus obras posteriores.

Entre estas páginas, nuevamente he disfrutado de su inteligencia y de su arte, de la aparente ligereza con la que nos habla de esta nadería entre dos vacíos que en el fondo es nuestra vida, o de la incompetencia del lenguaje para expresarnos y que como una red nos envuelve y nos conforma, o de la inutilidad de las teorías que inevitablemente configuramos sobre todo, incluidas las personas con las que nos relacionamos, incluidos nosotros mismos aunque en realidad “nunca sabes que querrás hacer cuando llegue el momento”. Y ello aunque la historia que envuelve todo me ha interesado bastante menos que en otras ocasiones. No pasa nada, en Murdoch siempre vamos a encontrar perlitas maravillosas como esta que aquí traigo:

“Los acontecimientos se suceden ante nosotros como estas multitudes, y el rostro de cada uno de ellos se ve únicamente un instante. Lo que es urgente no lo es para siempre, sino efímeramente. Todo el trabajo y todo el amor, la búsqueda de la riqueza y la fama, la búsqueda de la verdad, la vida misma están formadas por momentos que se convierten en nada. Sin embargo, el impulso de esas nadas nos lleva hacia adelante con esa milagrosa vitalidad que crea nuestros precarios habitáculos en el pasado y en el futuro. Así vivimos; un espíritu que cavila y vacila por encima de la muerte continua en el tiempo, el sentido perdido, el momento no recuperado, el rostro no recordado, hasta el golpe final que termina con todos nuestros momentos y zambulle ese espíritu en el vacío del que procede.”

Sin premeditación alguna, encadené su lectura con la del Murphy de Beckett, un libro que no por casualidad se cita en la novela de Murdoch. En aquel se dice:

"Así era el amor de Neary por Miss Dwyer, la cual amaba a un cierto teniente Elliman de la aviación, que amaba a una cierta Miss Farren de Ringsakiddy, que amaba al Padre Fitt de Ballinclashet, quien con todas sinceridad se veía forzado a admitir una cierta inclinación por una tal Mrs. West de Passage, que amaba a Neary. El amor correspondido –dijo Neary- es un conrtocircuito.”

Un enredo sentimental de este tipo es el que se produce en la novela de Murdoch, y no es la única coincidencia con el libro de Beckett. Aparte del humor y de la importancia que un hospital tiene en ambas tramas, su personaje principal, Jake Donaghue es un individuo alérgico al trabajo que consigue vivir a costa de sus amantes y conocidos.

La red que Jack proyectaba sobre sí mismo le devolvía la imagen de un ser volátil desplazándose al azar de un punto a otro y precisando únicamente la compañía que se puede encontrar en cualquier pub. La falta de fe en su propio trabajo como escritor le empujaba a una serie infinita de reflexiones ensoñadoramente estériles en las que él era el centro del universo y a despilfarrar su talento en traducciones irrelevantes de novelas francesas de las que en realidad se burlaba.

Con estos antecedentes, la novela discurrirá en una especie de comedia disparatada de formación y crecimiento en la que Jake se ve envuelto en un sinfín de aventuras grotescas repletas de casualidades imposibles, de planes absurdos y siempre fracasados, de comportamientos fuera de toda lógica, de toda teoría, que le irán provocando un cambio de perspectiva, de red, que provocará un giro copernicano en sus creencia sobre su entorno, sobre sí mismo y sobre sus supuestos grandes naufragios vitales, como el haber dejado escapar al que pensaba habría sido su gran amor, Anna Quentin, y el haber traicionado y abandonado a su amigo Hugo Belfounder, al que conoció en un experimento médico en el que ambos servían como cobayas, tras escribir un libro de título tan revelador como The Silencer basado en las ideas filosóficas que Hugo le transmitió y que tanta impresión le causaron.

Como toda comedia que se precie, la novela de Murdoch tiene un final esperanzador para Jake. El cambio en la red con la que se explicaba el mundo ha conseguido despertar en él esa alegría propia de “la mañana del primer día”, una nueva existencia que aborda con una fuerza que es aun mejor que la felicidad. Buen viaje, Jake Donaghue.

"¿Cuándo conocemos a un ser humano? Tal vez sólo cuando uno ha comprobado la imposibilidad de conocerlo y ha renunciado al deseo de ello y al final ni siquiera siente su necesidad. Pero lo que uno consigue ya no es conocimiento, es simplemente una especie de coexistencia; y esa es también una de las máscaras del amor".
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