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Crítica de Guille63


Guille63
21 March 2023
“Apagué el televisor. Papá yacía en su ataúd en medio de la habitación.”

Una niña, con frases cortas, esqueléticas, duras, impropias de una niña o propias de alguien que rememora lo que significó ser una niña en un pueblo rumano durante la opresiva dictadura de Nicolae Ceaucescu, nos pinta con colores oscuros escenas de su pueblo y sus gentes, de su familia y su único amigo. Un pueblo pequeño en el que todos se conocen, donde abundan las habladurías, donde se mezcla la superstición con la religión, donde las relaciones se tiñen de miedo y de dolor, en el que vive una niña sin apenas amigos, que juega con muñecas hechas con mazorcas de maíz y caza mariposas de la col.

“Jugamos a marido y mujer… Yo lo riño porque está borracho, porque no trae dinero a casa, porque la vaca no tiene pienso, y le digo que es un gandul y un cerdo y un vagabundo y un borracho y un inútil y un granuja y un putañero y un cabrón. Así es el juego. Me divierte y es fácil de jugar. Wendel se queda sentado en silencio.”

Los capítulos funcionan como relatos independientes, de pocas páginas excepto el que da título al libro y, siendo todos muy líricos y repletos de símbolos e imágenes, algunos son auténticos poemas. No hay personajes como tales, los habitantes del pueblo forman parte del paisaje, identificados muchas veces solo por su profesión o como protagonistas de pequeñas anécdotas que reflejan el carácter de los vecinos y la atmósfera del pueblo.

“Un hombre murió una vez en pleno campo, fulminado por un rayo. Fue el primer marido de aquella mujer que luego se casó con su propio cuñado, y que al fallecer éste de una enfermedad pulmonar, vivió muchos años sola porque nadie volvió a casarse con ella, y que luego, al hacerse mayor su hijo, que se parecía al trapero que en verano pasaba por el pueblo y era el único en tener un mechón de canas en las sienes, se casó con un hombre del pueblo vecino que aún vive y tuvo que llevar personalmente a su hijo a bautizar porque nadie quería ser el padrino, ya que todos creían que la muerte también se llevaría al que tocara al hijo de aquella mujer.”

La familia es otra cosa, allí el abuelo martillea, la abuela planta sus geranios en ollas soperas, el padre vuelve otra vez borracho del bar, la madre cuelga paños en la pared con consejos imprescindibles del tipo «Al que madruga, Dios lo ayuda.»

”Maldita sea, somos una familia feliz, maldita sea, la felicidad se evapora en la olla de remolachas, maldita sea, de vez en cuando el vapor nos corta la cabeza de un mordisco, de vez en cuando la felicidad nos corta la cabeza de un mordisco, maldita sea, la felicidad nos devora la vida.”

Un mundo en plena naturaleza y tan inclemente como ella…

“Los perros reciben puntapiés tanto de los hombres como de las mujeres… Esos puntapiés matan instantáneamente a los perros, que luego yacen días y días arqueados o estirados y tiesos junto a los caminos, apestando bajo enjambres de moscas.”

“Los gatitos que venían al mundo en invierno eran ahogados en un cubo de agua hirviendo, y los que nacían en verano, en uno de agua fría. Después eran enterrados, invierno y verano, en medio del estercolero.”

Un mundo gris, repleto de soledades, de lloros…

“Mamá rompió a llorar mientras me peinaba: papá había vuelto otra vez borracho.”

“Me fui a llorar allí para no ser sorprendida… sabía que en casa no se podía llorar sin motivo.”

…y de miedos.

“Mi corazón palpita de alegría. Aguardo la noche. También hay miedo en la alegría. Mi corazón palpita de miedo en la alegría, de miedo de no poder seguir alegrándome, de miedo de que el miedo y la alegría sean la misma cosa.”

Así nos lo cuenta una niña que ya ha “querido morir varias veces, pero no ha sido posible.”
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