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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
27 December 2017
Uno de los regalos más intrigantes y venturosos con los que se puede agasajar a una chica de dieciocho años es la libertad para descubrir su cuerpo y su mente. Esto es más o menos lo que se imaginó para sí Hannah cuando eligió un viaje a Málaga como regalo para su entrada en la madurez. Pero si algo hay que tener es un deber de cuidado con el destino, y más con los deseos que se le piden, no sea que al final se te concedan.

Esta breve introducción la comento más que nada porque Hannah viaja por primera vez sola a un país extranjero (en su caso España, ya que ella como aclaración es alemana) y, una vez aterriza en Málaga, piensa que todas sus frustraciones y anhelos, todas las piezas dispersas en su cabeza, van a encajar por el simple hecho de ser mayor de edad, estar sola y haber elegido una ciudad cosmopolita y alegre.

Lejos de todo esto, Daniel Morales nos va dando pistas al tiempo que pone piedrecitas en nuestro camino lector. Desde el principio compara de una u otra forma a Hannah con Alicia en el país de las maravillas; al igual que Hannah, asistimos y observamos esperanzados su destino, pero pronto vemos el modo en que nuestra protagonista se relaciona con los primeros personajes masculinos, no tanto con Marcos, pues a este le une un halo sentimental, pero sí con Günter, con el que entabla una relación fría y sin corazón donde la reciprocidad brilla por su ausencia... y si algo recuerdo de la protagonista de la novela de Lewis Carroll es precisamente su buen corazón.

Por ello, pienso que lo que tal vez quiere decirnos Daniel Morales es que, al igual que Alicia cayó a una madriguera y se abrió ante ella un mundo mágico, distinto a todo lo conocido y estudiado, para Hannah, cumplir dieciocho años supone la apertura a ese mundo desconocido y a la vez añorado, aunque este descubrimiento conlleva la desaparición de la tierra que la sujeta, al igual que le ocurrió a Alicia.

Ya sea Alicia, ya sea Hannah, en el momento en que traspasan o transgreden sus realidades hasta entonces conocidas también desaparecen o se transforman las reglas y los deberes, acarreando así unos sentidos y significados distintos de justicia, libertad y pureza. Se modifican sus realidades, las cuales ahora, en su tiempo presente, son muy distintas y divergentes a lo antes conocido.

Saliéndome del símil que el autor realiza con la novela de Lewis Carroll, Habrá valido la pena es la historia, llamémoslo despertar o iniciación, de Hannah, una chica bellísima e inteligente a la que la vida ha agasajado con estas dos prebendas. Pero, lejos de sentirse feliz, ella elige siempre los caminos más largos y retorcidos, y así, en cada etapa de su iter, somos partícipes de cómo al tiempo que su cultura y educación avanzan y maduran, su inteligencia emocional, y sobre todo sexual, se anestesian y se endurecen de tal forma que solo cuando llega a la liberación física en sus relaciones sexuales encuentra la conexión con su vida. Ella recorre su camino alejándose siempre de su zona de confort, buscando un tipo de vida que ella denomina pura y eligiendo en todo momento su destino.

También es verdad que la libertad, ese don tan precioso y escaso para muchos de los habitantes de nuestro planeta, es un verdadero desconocido. Para Hannah es la oportunidad de explorar y buscar algo, un no sé qué que, lejos de calificar como masoquista o dramático, considero que se trata de vivir nuevas experiencias que en principio parece que van a enriquecerla en todos los aspectos de su vida, aunque luego descubrimos que, conforme va cerrando etapas, se le abren otras puertas que la trasladan a realidades más oscuras y cerradas. Hannah no es una víctima. Ella es consciente en todo momento de que puede salir y liberarse de esas madrigueras, pero elige no hacerlo y seguir explorando... al lector solo le queda esperar y observar si le habrá valido la pena salir de su zona de confort, de su familia y de la ruta marcada desde su nacimiento.

La literatura es uno de los pilares principales del libro. Daniel Morales dota a Hannah de una curiosidad y un afán lector que enriquecen su cultura, pero opino que ella, por sí misma, no se deleita al descubrir a los grandes autores, sino que siempre es otra persona quien se los digiere y se los ofrece. Esta transacción, como todo en la vida, no resulta gratuita y, por ello, al tiempo que cultiva la literatura, durante su etapa con Thomas su vida se retuerce y se tambalea entrando en barrena.

En este libro Daniel Morales nos da a conocer su riquísima y descriptiva narrativa, forjada gracias a cultura e inteligencia. Esta se revela en cada página del libro y se descubre en cada uno de los personajes, quienes nos invitan a conocer muchos y diferentes mundos así como sus distintas clases sociales, con sus características e idiosincrasias propias. Así, al tiempo que Hannah va descendiendo a sus diversos infiernos, el autor va construyendo una trama encorsetada en una telaraña que la atrapa, impidiéndole vislumbrar la luz o el sentido de su vida.

Terminando, reconozco que hay momentos en la lectura en los que Hannah, más que una Alicia, me ha parecido una Brunilda, perdida y condenada, descendiendo a los infiernos o cabalgando hacia el Valhalla.
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