Ana de Tejas Verdes

¿Quién no conoce la historia de la dulce y parlanchina «Ana de las Tejas Verdes», de L. M. Montogomery?

A través de los ojos de esta inocente y especial criatura, en un lugar idílico de la Canadá de principios del siglo XX, seremos capaces de apreciar lo maravillosa que es la vida y lo estimulante que puede llegar a ser hasta el más pequeño de los detalles de todo lo que nos rodea.
El amor por la vida rural, la importancia del vínculo y la familia, el valor de la amistad, el sentimiento de pertenencia… son solo algunas de las cuestiones que se plantean en esta preciosa novela.

Si os soy sincera, me animé a leerla por el simple hecho de eliminarla de mi lista de pendientes sí imaginarme que fuera a gustarme tanto; un libro para todo el mundo que transmite solo cosas buenas, los valores que deberían regir todos y cada uno de nuestros actos y lo maravilloso que es, para uno mismo y para quienes nos rodean, ser una persona buena, optimista, positiva, imaginativa… y es que la vida debería ser esto ¡positividad!

Me encanta la emoción que Ana le pone a todo, la capacidad de apreciar la belleza de todas las cosas, la energía que transmite a todos los que le rodean… Un libro realmente fácil de leer que es como un bálsamo para la mente y para el corazón, que nos recuerda la importancia de mantener intacta la inocencia y cultivar a nuestro niño interior.

Si bien es cierto que me ha gustado más la parte de la infancia de Ana que la de su adolescencia, y que el final me ha resultado quizá un poquito precipitado, solo puedo decir que me alegro inmensamente de haberme animado por fin con este clásico tan agradable, tierno y reparador. Ha sido justo lo que mi espíritu necesitaba para “desintoxicarme” de otras lecturas más densas.

Qué maravillosa es Ana y qué espectaculares son los paisajes y los ambientes que nos regala esta autora. Sin duda es una historia de esas que te ponen el corazón blandito y que para mí ha supuesto un enorme placer leer. Simplemente fantástica.
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