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Otra genial novela de Patrick Modiano rescatada por Anagrama. En este caso, publicada en idioma original en 1990 por Gallimard. Viaje de Novios tiene todo lo que deslumbra de Modiano: la búsqueda de la identidad en un tiempo pasado imposible de recobrar, la resistencia francesa durante la ocupación alemana, la premeditada confabulación del pasado y el presente en una misma prosa sutil, poética, atemporal, el aluvión de referencias a calles, edificios, hoteles, bares y barrios parisinos, y una melancolía lírica de una belleza insoportable como la que se puede percibir, salvando las distancias, en los cortos experimentales de Jonas Mekas. En esta novela Modiano elabora su trama a partir del suicidio de una mujer francesa en Italia a la que el protagonista conoció en su perdida juventud. Esta situación dispara una búsqueda al mejor estilo de la novela policial, por supuesto que en clave Modiano. Opino que la magia literaria de esta novela radica, como en otras obras del mismo autor, en el tratamiento que recibe el tiempo en la narración. Parece que el tiempo es el gran enigma de la condición humana. Lo mismo ocurre con su Doppelgaenger, la muerte. Pienso que Modiano nunca se detendrá, que la elaboración literaria de este problema del tiempo-muerte nos perseguirá indefinidamente en la lectura de sus obras. Escoltan a esta caravana fúnebre otros enigmas reactivos, como la compasión infinita por el dolor humano, el recuerdo y el olvido, y el péndulo indescifrable de lo humano entre lo finito y lo infinito. A la vez, la personalísima voz ficcional del narrador creada por Modiano, suma una biografía, la del autor Modiano, víctima de una infancia terrible y una juventud desconcertante. Opino que el tiempo siempre juega con la condición humana, sin privarse de una inhumana dosis de crueldad. Modiano, para nuestro alivio, ha creado en esta novela en particular, y en toda su obra en general, una operación inversa, una venganza. Es la narración literaria la que juega cruelmente con el tiempo: “No existen ya fronteras entre las estaciones, entre el pasado y el presente”, dice el narrador (página 121). de este fondo de resistencia surge ese fluir errático, confuso, que hace pensar al narrador en convertirse en “un vagabundo” (página 83). El aparente éxito de esta fugaz venganza, sin embargo, dura poco, aún menos que la novela. Pareciera que el tiempo-muerte siempre gana: “Poco importan las circunstancias y el escenario. Llega un día en que esa sensación de vacío y de remordimiento lo anega a uno. Luego, como una marea, se retira y desaparece. Pero acaba por volver, dominante, e Ingrid no podía ya quitársela de encima. Yo tampoco” (página 152). ¿Ganó sólo el tiempo-muerte? Opino que no. Creo que ganó también la literatura. En definitiva, podemos leer y releer, aunque un número finito de veces, esta genial novela de Modiano.
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