La vida a ratos

La vida a ratos es un diario donde el protagonista oportunamente tiene el mismo nombre que el autor.

De forma inteligente Millás crea su álter ego y proyecta todos sus defectos de manera exagerada y ficticia.

Hipocondríaco, maníaco, amante de los medicamentos y de la comida para gatos gourmet, el valenciano hace de la cotidianidad una aventura, absurda en ocasiones, obsesiva en otras, pero siempre con un punto de locura y sano buen humor.

Ordenada por semanas pero sin ninguna fecha como punto de partida, asistiremos a sesiones con su psicoanalista, donde prima el silencio, y las ganas de ambos de que acabe la sesión.

Profesor de escritura creativa, imparte el curso de manera poco ortodoxa, rodeado por unos selectos alumnos: una monja que abandonó la profesión, un bipolar y, en definitiva, perdedores y grandes excéntricos.

Firmas de libros, asistencia a tanatorios con gloriosos comportamientos, noches en vela y un infatigable afán de cuestionarlo todo, harán las delicias del lector, pero no tanto, las de su mujer.
La gran sufridora del texto. Santa paciencia.

Como los sorbos de cada gin tonic, al que no renuncia una sola tarde, Millás crea un universo lleno de improvisación, ácido y muy refrescante.

En medio de cada delirio hay tiempo para la reflexión. Cuidado, no por respetar en todo momento el puntito de locura, son menos profundos estos pensamientos. Hay mucho de cierto en su particular visión.

La novela es casi perfecta. Escrita con sencillez, rica en matices pero fáciles de reconocer.
Una pequeña obra de arte sobre el ser humano y los defectos que los rodea, tratados con normalidad.
La virtudes sin embargo, en esta ocasión se fueron de vacaciones a Benidorm.

Parecía que no, pero al final...como la vida misma.

La mayor parte de nuestro tiempo somos, eso, seres corrientes, disfrutemos entonces de nuestra vulgaridad.