Eternizándome

Vicente Millán Jover, el autor, nos adentra en sus sentimientos a través de sus poesías que recogen el ciclo vital.
Dividida en tres partes, esta obra poética nos habla desde el nacimiento de una persona y cómo siente el mundo alrededor de ella, experimentando cada segundo la sensación de estar vivo y la irrealidad de su paso por el útero materno. Habla así de la especial relación que los mamíferos tienen con su madre, con la que viven en eterno agradecimiento por sus desvelos mientras es una criatura indefensa. Y en el caso de los humanos, les deben cada anhelo conseguido al ser la base donde se apoyan, nos apoyamos, para no terminar en el abismo.
La segunda parte nos habla del amor, cómo nace y qué somos capaces de hacer y sentir por él. Un sentimiento que a la par que nos lleva de alegría y nos hace flotar de felicidad, también consigue que estemos en eterno sufrimiento por saber de la persona amada, sentir su mirada o poder rozar su piel. Igualmente que es entender que sin amor en el mundo la tristeza sería absoluta, pues es la energía que mueve el mundo y da la vitalidad necesaria para afrontar cualquier obstáculo por duro que sea.
Y para finalizar, nos trae la tercera parte donde la equipara tanto a la muerte como a la posibilidad de permanecer en la memoria de todos a través de nuestra obra, vital siendo la más importante, y la que nos sitúa al nivel de los dioses, el ser capaces de engendrar nueva vida, lo que de verdad nos hace eterno, o al menos nos proporciona más años de vida en los recuerdos de los demás.
Tras esto, y haciendo una lectura diferente de los poemas en su conjunto, podemos observar la equivalencia existente entre cada parte con la creación poética, ya que en un principio es pergeñada en el cerebro o mente del autor, para después mostrar su potencial en nuestro corazón, mientras se va perfilando el camino para mostrarla al mundo. Y terminar siendo nuestra imagen, y nuestras criaturas, en el mundo de una vez publicada.