Ful

Nuestra novela policíaca comienza con una novedad, quizá, dentro del género, ya que desde muy pronto encontraremos la historia narrada desde el punto de vista del delincuente. Sin embargo, esta no será la única innovación de la misma, ya que nos presenta una estructura muy particular.
La novela cuenta la investigación por parte de la policía y del cártel colombiano sobre el asesinato de una muchacha en un robo de droga. Sin embargo, para el lector este punto de vista no será el principal, ya que a su vez Ful, de Fulgencio, nos narra en primera persona sus pesquisas para escapar tanto de uno como de otros. Así, el primer error de nuestro protagonista es robar a una banda colombiana.
Segundo error
Otra de las genialidades que el autor emplea para narrarnos esta historia es la unión entre capítulos. La transición no conlleva muchos saltos en el tiempo, pero no es la linealidad la idea que define la progresión de la novela. La disposición será más bien en espiral, en la cual el último personaje del capítulo es el protagonista del siguiente. Este personaje puede ser una persona en sí, normalmente el cártel, la policía, alguien de la banda de Ful o el propio protagonista, pero también puede ser un sentimiento (como el miedo) al cual personifica para que cobre más intensidad.
A medida que avance la narración, este recurso será más rápido y más directo, emulando esa espiral psicológica en la que está entrando nuestro protagonista. Porque sí, encontraremos a un protagonista, a un delincuente que no quiere hacer daño a nadie, pero desde luego que no se lo hagan a él, así que el siguiente paso será una lucha desesperada por escapar a la policía y al cártel. Y ese es el segundo error de Ful, creer que un clavo saca a otro clavo.
Tercer error
Sin embargo, gracias a esa composición, la obra nos da diferentes puntos de vista, lo que ayuda a que aumente la tensión narrativa y empaticemos más con un delincuente. Hay momentos de la narración en los que creía que todo esto iba a terminar fatal y, habiendo terminado la obra, tampoco sé cómo deciros que ha acabado.
Conocer lo que opinan los miembros del cártel colombiano, desde el jefe que dirige todo desde su país, hasta el encargado de resolver esa muerte, pasando los narcos menores; todos nos van enseñando desde su perspectiva que Ful y su banda lo tienen más bien j***.
Sin embargo, no solo serán estos los perseguidores de Ful, como ya hemos dicho. También encontraremos la perspectiva de la policía, una muy personal y casi entrañable en algunos puntos. Las relaciones de los diferentes personajes también ser irán construyendo de este modo, permitiéndonos conocerlos por sus acciones, más que por la exposición. Y aquí viene el tercer error de nuestro protagonista, no sabe de qué gente se rodea.
Unos errores adictivos
Es verdad que después de lo dicho, parece que estamos ante un protagonista un poco particular y, de hecho, así es. Una de las sensaciones que tendrá el lector todo el rato, por el presente y pasado del protagonista, es que ha tenido mala suerte en la vida o muy buena si pensamos en lo que está haciendo. Ese balance entre la baza buena o mala será lo que impulse la narración, así como la elaboración del perfil de Ful y de su entorno, todos ellos con gran carisma y con mucho que contar.
El estilo del autor para ello es muy interesante, ya que mezcla un lenguaje urbano y callejero, con un estilo sencillo y muy ágil. Los cambios de registro para adecuarse a los diferentes personajes también están muy logrados y las escenas bien montadas, no hay descripciones de más, pero nos podemos ubicar perfectamente en la escena.
Para mí, la verdad, tanto el autor como su personaje han sido un descubrimiento. Hacía tiempo que no encontraba a un protagonista, que lo hace todo mal, con ese carisma ni a un autor que sabe llevar al lector así de la mano. Tengo ganas de leer la siguiente entrega, aunque esta novela sea autoconclusiva, así que sí os la recomiendo encarecidamente, una policíaca con una buena trama y un humor de ese con el que resoplas y sigues leyendo. Espero que os animéis con él.

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