Memoria del frío

Han tenido que pasar semanas para animarme a remover el dolor y la impotencia que me provocó este libro. Enfrentarme a él supuso un choque áspero con el pasado, a la vez que me abrió una ventana a esa Historia que no podemos ni debemos olvidar.
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"Memoria del frío" es la crónica de lo que significó el triunfo del fascismo para millones mujeres corrientes y de lo que les ocurrió en las prisiones franquistas. Es la historia de todas ellas y, sobre todo, la historia de Manolita del Arco, la mujer que más tiempo pasó en esas cárceles. También es un relato de rebeldía, de lucha contra la dictadura, de historia del comunismo y una historia de amor privada de libertad, la de la propia Manolita y Angel, los padres del autor.
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Este libro es como una cajita que encierra muchos y diferentes sentimientos, sentimientos que emergen a medida que se avanza en la lectura. He sentido dolor por las crueles condiciones que padecían las y los presos de la dictadura, años después del final de la Guerra Civil; rabia por las vejaciones y la violencia justificadas y amparadas por el Régimen e indignación por todas esas familias que todavía no han sido reparadas. Pero también sentí esperanza, la misma que ellas nunca perdieron porque a pesar de la tortura, de las humillaciones y de la persecución fueron mujeres que resistieron, rieron y vivieron.
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Al terminar de leer el libro y, después de superar la congoja (el final es insuperable), me invadió una profunda admiración por el autor, por Miguel Martínez del Arco. Él mismo nos dice dentro lo duro que fue reconstruir la historia de sus padres, sólo espero que escribir le haya servido para curar las heridas que supuraban desde hacía tantos años.
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Se dice que lo que no se cuenta, no existe. Por eso, libros como "Memoria del frío" son necesarios y deberían llegar al máximo de lectores; a los que tenemos conciencia de lo que pasó y a los que lo ignoran.
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Gracias al autor por este libro y gracias a la Editorial Hoja de Lata por apostar por él.
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Qué no se salgan con la suya, qué no nos silencien