El último atardecer

«Me he pasado la vida leyendo, y ¿de qué me ha servido? Para vivir la vida de otros, no la mía»
 
María es una joven médica que sigue los pasos de su padre, fallecido cuando ella tenía dieciséis años, un referente para ella, es tal que su primer destino lo elige por una película que vieron juntos, El señor de la guerra. «Suele decirse que vamos donde el viento nos lleva», y su destino lo fija Charlton Heston, Torrelobatón.
El eje de esta historia es el amor, el amor como leyenda, como otras muchas, no existe, no es real, pero lo importante es creer que puede ser. El diario de María nos retrata a una licenciada en medicina algo inmadura, «Hay momentos en que la desgracia ajena no sienta mal del todo», las páginas se llenan de recuerdos, fugaces encuentros sexuales, de desengaños, vivencias actuales, personajes curiosos y relatos fantásticos. Pero sobre todo de la voz de una mujer con la que no me identifico, dos pequeños esbozos de su perfil, «En Madrid nadie leía un libro…, de los hombres guapos estabas indefensa y conseguían de ti lo que se les antojaba. Me daba vergüenza que mis compañeras me vieran con un chico que se veía era de otro barrio. Íbamos con los chicos de otras facultades, que siempre estaban dispuestas a complacernos». «Todos los hombres son iguales…, ven a una joven y enseguida corren a su lado… La verdad, no creo que seamos para tanto».