Cuando fui mortal

Bajo en contenido, profundidad y prosa, en mi primera aproximación al autor, Javier Marías me deja indiferente.

El volumen agrupa 12 cuentos escritos por encargo, en lo que si algo demuestra es poca capacidad como relatista.

Con la ley del mínimo esfuerzo por bandera, Marías escoge temas mundanos que si bien algunos pueden ser curiosos u originales, su desarrollo, en general, deja mucho que desear.
Más bien parece que los haya realizado para cumplir el expediente y poner la mano, sin el mínimo cariño que a esto de las letras hay que ponerle.

Por destacar algo, una conversación de dos actores porno antes de entrar en escena, donde ella acude al oficio como único recurso para sobrevivir muy justita de experiencia amatoria y el, novato, prefiere este trabajo al de cuidar a enfermos con tendencias suicidas y que gracias a dios, el autor lo aborda prescindiendo de la frivolidad.

Guardaespaldas que deben asesinar a su protegido, un futbolista muy amigo de las fiestas, un relato semi policíaco, y mucho relleno de historias que viajan a ninguna parte.

Tan solo en el que da título a la colección he encontrado cierta calidad literaria, que me da a entender que sabe escribir, pero que no es esta la antología de su mayor esfuerzo.

La lectura es fresquita, sencilla, nada farragosa, rapidita pero salvo en tres ocasiones, los finales fueron flojos y mi sensación es de que había llegado al máximo de palabras contratadas.

Y 3 de 12 no justifican un libro, ni dan pie para que le reconozca mérito alguno, amén de que se me estaba apolillando el látigo.

Este es el problema de escribir por cumplir, libros sin alma, con el riesgo de que si es el primero, el lector pueda ponerte una cruz.

Aquí va la mía don Javier.
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Tranquilo, a usted le concedo dos más.