«El garden party» de Katherine Mansfield nos muestra el descubrimiento de la vida en toda su complejidad por una adolescente de clase alta muy privilegiada. La familia de Laura organiza un fiesta en su suntuoso jardín. Esta familia tiene muchas personas a su servicio. Laura intenta dirigir a los obreros en el montaje de la marquesina y descubre que son personas sensibles cuando uno de ellos corta un tallo de lavanda y aspira su aroma. «…Oh, qué extraordinariamente simpáticos son los trabajadores, pensó. ¿Por qué no tendría amigos trabajadores en lugar de todos aquellos muchachos atontados que la sacaban a bailar y que eran invitados a cenar los domingos? Se hubiera llevado muchísimo mejor con hombres como aquéllos…todo eso es culpa de estas absurdas distinciones de clase. Aunque ella, por su parte, no les hacía el menor caso. Ni pizca de caso, ni un átomo. ». Antes de la celebración de la fiesta se enteran de la muerte por accidente de un vecino pobre, un carretero. Laura piensa que se debería suspender la fiesta pero, por supuesto, su madre y hermanas no están de acuerdo. Cuando finaliza y ven que sobran emparedados mandan a Laura a llevar a la viuda del fallecido una cesta con las sobras. La visión de la gente humilde y la contemplación de la muerte cambiarán para siempre a Laura: «Allí yacía un hombre joven, profundamente dormido —durmiendo tan apacible y profundamente que se hallaba lejos, muy lejos, de ambas. Ah, un sueño tan remoto y apacible. Estaba soñando. Y no iba a despertar nunca más. Su cabeza estaba ligeramente hundida en la almohada y tenía los ojos cerrados: bajo sus párpados cerrados ya no verían nunca más. Su sueño se lo había llevado. ¿Qué le importaban ya los garden parties, las canastillas de emparedados o los vestidos bordados?». |