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Crítica de Guille63


Guille63
16 March 2023
Es una novela algo curiosa esta de Edouard Louis. A pesar de lo breve que es en páginas no son pocos los temas que trata sin que exista una relación demasiado clara o, al menos necesaria, entre ellos y que prácticamente solo se enuncian, aunque el anuncio se haga alto y claro y quizás no necesite más.

“Llorabas al confesarme que no sabías cómo interpretar aquellas fuerzas que te atravesaban, que te hacían decir cosas de las que te arrepentías al instante”

Primero está la figura del padre, con una personalidad homófoba, xenófoba, violento, amargado por una vida que no es la que había deseado, pero con algunos comportamientos que dan qué pensar si no hubiera sido otro de haber podido vivir otra vida, lo que está en relación con una de las preguntas fundamentales del libro: “¿La mujer y el hombre son lo que hacen o existe una diferencia, un salto entre la verdad de nuestra persona y nuestros actos?”, algo que después tiene su ligazón con la denuncia, con el grito final de la novela contra una políticas liberales que no facilitan precisamente que la gente pueda vivir su vida.

“… finges odiar la felicidad para convencerte de que si tu vida tiene la apariencia de una vida infeliz es porque así lo has elegido, como si quisieras convencernos de que siempre has tenido el control de tu propia infelicidad, como si quisieras dar la impresión de que si tu vida ha sido tan dura es porque así lo has querido, porque te da asco el placer, porque detestas la alegría. Creo que te niegas a aceptar la derrota.”

Después está la relación de ese hombre con su hijo homosexual (“La regla del mundo en que vivías: ser masculino, no comportarse como una tía, no ser un maricón”) y los esfuerzos inútiles de ese hijo buscando la aceptación del padre, su amor, conseguir hacerle sentir orgulloso de su hijo (“Una tarde, en el bar del pueblo, dijiste delante de todo el mundo que habrías preferido tener un hijo que no fuera yo”).

Y por último, el grito final contra la actual política de recortes sociales que, y esto es de lo que no terminamos de darnos cuenta, condiciona de forma irremediable la vida de mucha gente, directa e indirectamente para acabar repercutiendo en la sociedad entera.

“Para las clases dominantes, la política es a menudo una cuestión estética: una manera de pensarse, una manera de ver el mundo, de construirse como individuos. Para nosotros, era vivir o morir.”

Porque no invertir en la educación pública es impedir que muchos jóvenes puedan salir a flote, es desaprovecharlos para y por el bien de la sociedad, es construir una sociedad peor. Porque no invertir en la sanidad pública, dando lugar a listas de espera interminables y a consultas en las que la falta de tiempo dificulta los diagnósticos, dando lugar a recortes en las medicinas subvencionadas, es condenar a muchos a una vida más difícil y dolorosa cuando no directamente a una muerte prematura. El autor cita a sus culpables políticos, Hollande, Valls, Sarkozy, Macron, Bertrand, Chirac, yo podría citar a unos cuantos de los últimos 30 años en mi país, tanto a nivel nacional como autonómico, políticos y políticas que de forma absolutamente cruel quitan a los pobres, reduciendo el gasto social, para dárselo a los ricos, los más beneficiados siempre en las bajadas de impuestos, bajo la premisa (o la hipócrita excusa) de que todo el que es pobre es porque es un vago y beneficiándose de que justamente los más perjudicados por sus políticas, los marginados, los que se sitúan fuera del sistema, no votan y muchos de los que votan aprueban esas medidas tan perjudiciales para ellos mismos bajo la estúpida e insolidaria esperanza de que serán capaces de prosperar y beneficiarse algún día de tales medidas.

Estoy con Louis, “hay asesinos cuyo nombre no se asocia con los asesinatos que han cometido”.
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