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En este libro nos encontramos con cuatro narradores distintos, que nos permiten ver la historia desde distintas perspectivas: Enol, Alba, Pelayo y el Mar. Éste es un detalle que me ha gustado mucho y me ha parecido muy interesante. El Mar es el observador constante de todo lo que ocurre a su alrededor, del pasado y del presente, estando presente de forma continua durante todo el libro. Tiene una gran relevancia y se refleja siendo uno de los narradores. Nos encontramos con dos historias que se entremezclan. Por un lado, tenemos a Alba y Enol que tienen varias cuentas pendientes que resolver para poder continuar con su historia de amor, la cual se vio truncada por los errores de la adolescencia. Veremos cómo poco a poco vuelven a acercarse y retomar su complicidad, pero de una forma más madura. Por otro lado, tenemos a Pelayo, el farero, que a pesar de estar perdiendo la memoria a causa del Alzheimer, no olvida a su amor de juventud. Veremos cómo intenta aferrarse a sus recuerdos y la importancia que éstos tienen. He de reconocer que me sorprendió averiguar quién había sido su gran amor. También es muy emotiva la forma en la que el farero aprovecha su último momento de lucidez para darle un final a su historia, impidiendo que nadie pueda alejarle del faro ni del mar que habían sido claves a lo largo de toda su vida. La relación abuelo-nieta es muy tierna. Vemos cómo cada vez se hace más estrecha. Alba llegó muy perdida y confundida a Varela, pero al tener que hacerse cargo de su abuelo, consiguió darle un sentido a su vida. le ayudó a centrarse y a saber qué era realmente lo que quería y lo que no. Otro punto a favor, es el entorno en el que se desarrolla la historia: un pueblo de la costa asturiana. Para los que la conocemos, es muy fácil imaginarnos cada uno de los lugares que se describen en la novela. En resumen, es una historia muy bonita y emotiva. |
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