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Todo el pequeño pueblo de Westerwald sabe que si Selma sueña con un okapi alguien morirá en las próximas 24 horas. Y esta es la trama principal de la primera parte del libro titulado, precisamente, así: “El día que Selma soñó con un okapi”… y aquí mi decepción…solo de la primera parte. Aunque, en realidad, es la excusa para presentarnos a los personajes, sus sueños, miedos y secretos. Selma, su nieta Louise, su amigo Martin, el óptico, Palm…entre todos crearán una historia de fábula, que me recuerda más a los cuentos infantiles que a una novela de misterio. Incluso el tono y el lenguaje ayudan a pensar en ello: es suave, ligero y sencillo. Los sentimientos -y lo que no se ve desde aquí, que en realidad es la traducción fidedigna del título- serán el epicentro de todo el libro, que he de reconocer que en ocasiones se me ha hecho pesadito. Quizás esperaba otro tipo de novela. Estructurada en tres partes, la que más me ha gustado es la primera -el final es para meterse dentro de la cama y no salir- en el que la infancia de Louise te hace ir sonriendo con cada anécdota. Las tres partes están diferenciadas temporalmente. En la segunda, vemos a una Louise más adulta, que trabaja y que conoce a un monje budista. Y, la tercera, que tiene un inicio vertiginoso (como si la autora tuviera prisa por ventilarse unos cuantos años en pocas páginas) al final frena el ritmo y acaba con despedidas y aceptaciones que pueden llevarte a ciertas reflexiones o recuerdos personales. En definitiva, no es mal libro, entretenido y muy emotivo, pero no muy de mi estilo. Una montaña rusa que ahora me engancha, que ahora me aburre y es que no pensaba que fuera un libro bonito que hablara del amor en todas sus variantes…yo quería ver más a menudo esos sueños de Selma. |
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