La mano izquierda de la oscuridad

¿Y si existiera un mundo donde ninguno es hombre, ni es mujer? Un mundo donde nadie se identifica con un género en particular, donde ser hombre o mujer no es una construcción social sino una decisión personal que cambia acorde a ciertas circunstancias particulares. Un mundo donde esa decisión no es absoluta y puede cambiar periódicamente como la ovulación en las mujeres.

Un mundo donde hombres y mujeres, en la cosmovisión que tenemos actualmente, no existen y solo son seres humanos y nada más. Un mundo donde al no existir esto, tampoco existe la tensión sexual, donde la sexualidad y sus matices en realidad solo tienen un propósito y dicha energía se bloquea para ser liberada en cierta época del año, bajo ciertas circunstancias y con un fin específico; donde cualquier ser humano puede disfrutar de la sexualidad por elección y en ocasiones tan instintiva que una vez cumplido su propósito lo demás carece de sentido; un mundo donde esta no se usa con fines de explotación y sometimiento, sino como un forma de conexión y encuentro.

Un mundo donde la maternidad es una elección, tiene un propósito y cualquiera lo puede desempeñar. Un mundo donde la crianza es un proceso que se lleva a cabo en comunidad con una responsabilidad compartida, muy parecido al ideal griego de formación de ciudadanos. Un mundo donde la familia se construye con base a la libertad y no a la obligación. Un mundo donde el amor es libre de elegir a quien quiere amar, sin dar explicaciones, sin tener que gritar, sin tener que esconderse.

Sí, parece un mundo ideal, pero como todo mundo ideal que este habitado por seres humanos, siempre esa humanidad que nos habita, esa dicotomía de bien y mal que llevamos dentro, se abre paso y la traición, la muerte, el dolor, el sufrimiento encuentran su camino para habitar al lado del bienestar, o puede ser que eso es lo que resulta siendo un mundo ideal, un equilibro entre el bien y el mal, entre lo femenino y lo masculino, entre la alegría y la tristeza, el ying y el yang de la cultura oriental, que a veces se desordena, necesita caos para poder volver abrigar la luz y el orden y seguir en ese proceso para toda la eternidad. Un mundo así nos presenta ella.