Contar es escuchar

Ursula K. le Guin se define a sí misma como una persona de barro, como una persona moldeable, sujeta a cambios, en búsqueda constante. Y me parece que no hay mejor forma de definir a esta escritora, que es capaz de observar y hablar con precisión de cirujano de sus huellas (físicas, literarias, políticas).

Esta voluntad de barro se aprecia en cada uno de los veintinueve artículos que componen Contar es escuchar, ensayos en los que la autora expone su punto de vista sobre cuestiones que abarcan desde los ideales de belleza hasta la esclavitud; desde una defensa de la democratización del conocimiento hasta el ritmo en las novelas de Jane Austen o Tolkien; desde su infinito amor a Woolf hasta su desencanto paulatino con Tolstói.

Y si la voluntad de barro traspasa a pesar de lo diferentes que pueden parecer entre sí los temas de estos textos es porque todos ellos tienen algo en común: la mirada sarcástica e inquisitiva hacia el mundo de quien desea llegar a conocer algo de él a pesar del desencanto, a pesar de que en muchas ocasiones este deseo de conocimiento signifique reconocer en un primer momento lo imposible de la tarea.

Firme defensora del oficio de la escritura y de la imaginación como herramienta de cambio, le Guin escribe este libro, sobre todo, como un canto a ambas. Un canto a la reflexión, a pensarnos.

Como en todo libro que suponga recopilar diferentes textos, siempre va a haber partes que nos interesen más que otras. Sin embargo, cuando miro el libro, ya en la estantería, y me pongo a pensar en qué me ha parecido, guardo la misma sensación que ya me dejó en su día el documental sobre su vida y obra: una admiración y un respeto profundo por esta autora, crítica con el mundo y consigo misma.

Le Guin habla como escritora, pero también como lectora, como mujer y como anciana. Y desde esta —al menos— cuádruple postura nos manda un mensaje claro: escribid, pensad, luchad, disfrutad, preguntaos y, sobre todo, imaginad, imaginad mucho.