La hondonada

“No puedo ser padre… después de lo que hecho.”

Hay novelas que consiguen cabrearme, como las que me gustan, o me gustarían, a pesar de lo alejado que estoy de aquello que defienden, o las que estropean una maravillosa trama con un final indigno, o las que me defraudan de mala manera en mis altas expectativas. En el polo opuesto están las que me dan pena. Son las que pienso que deberían gustarme, que poseen la calidad suficiente para ello, con las que estoy de acuerdo con su fondo y que, sin embargo, no alcanzan a pellizcarme ni un poquito. Esta es una de ellas.

Bien es verdad que toda la primera mitad de la novela, unas doscientas páginas, me ha parecido una larguísima introducción al relato, por muy interesante que fuera todo lo relacionado con el movimiento naxalita y la fundación del Partido Comunista de la India, la diferente actitud de los dos hermanos ante las injusticias, ante los métodos para combatirlas, ante la fe en poder hacerlo. Pero es el conflicto familiar y los sentimientos filiales, el compromiso, la responsabilidad, la culpa, la trascendencia de nuestros actos, todo lo que surge tras el hecho trágico que sucede en la hondonada, el verdadero meollo de la novela.

“Lo había hecho, había hecho lo peor que podía imaginar que pudiera hacer.”

Un relato sencillo en su forma y complejo y, a veces, desconcertante en su fondo, sin lirismo ni grandes frases, levantado con sensibilidad e inteligencia sobre fuertes personajes femeninos y una interesante historia, pero que, pese a los buenos ingredientes, algo falla en la receta o en la cocinera o, no descarto nada, en el comensal que esto les cuenta.