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Pensaréis que me he vuelto loco, pero curiosamente “Crisol”, la que ha sido mi mejor lectura del año 2021, es un libro que no puedo recomendar a todo el mundo. Eso no impide que necesite explicaros los motivos y que decidáis adentraros en estos relatos bajo vuestra propia responsabilidad. . La ferocidad de la prosa de Livia Llewellyn es tan devastadora y atrevida, tan diferente a todo lo que seguramente has leído hasta la fecha, tan sexual y disruptiva, que cada relato que lees es como extirparte las vértebras a mordiscos. Relatos de terror psicológico, de body horror, de poesía cósmica, explorando los miedos y deseos más ocultos que configuran a los seres humanos. Unas historias que nos recuerdan esa idea del ouróboros, de la naturaleza cíclica de las cosas, ese concepto del eterno retorno y de un constante renacer después de ser eternamente devorados. . Los paisajes por los que Llewellyn nos lleva de la mano son tan poéticos y aterradores que, al terminar el relato con el corazón en un puño, tengas la sensación de que no has entendido absolutamente nada. Esa misma sensación de estupidez al ser consciente de que la autora está trabajando a unos niveles que no llegamos realmente a comprender, pero que nos hacen estremecer hasta el límite. Si habéis leído a Padgett o a Ligotti posiblemente comprenderéis a qué me estoy refiriendo. . Pero al mismo tiempo que se mueve en esa línea del weird, hay una temática coral, un hilo conductor en todos sus relatos aparentemente inconexos que acercan a Livia a la genialidad de las obras de Shakespeare y las sonatas de Mozart, buscando el in crescendo hasta llegar al estallido final… Sé lo que estás pensando: Padgett, Ligotti, Mozart, Shakespeare… ¿qué mierda se ha metido este tio? . Podemos hablar de los paisajes urbanos y suburbanos y del entorno de los relatos de “Crisol”, de cómo dan forma a todos los monstruos y a las historias; de la desritualización del horror para desnudarlo y ser conscientes de la belleza y la perfección de su deformidad; de definir el verdadero Horror como la violación más íntima de nuestra zona de confort… pero eso nos llevaría demasiado lejos. . Después de todo esto, estás avisado. No es una lectura fácil, ni amable, ni del gusto de todo el mundo, y puede que después de leer a Llewellyn veas el horror con otra mirada, y no te apetezca volver a lecturas de terror más convencionales nunca más. Porque leer a Llewellyn es como inyectarse napalm en vena. Yo solo puedo dejarte la dosis a mano. A partir de aquí, la decisión es tuya, pero el viaje vale la pena |
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