“Demon Copperhead”, de Barbara Kingsolver, podría entenderse como una lectura de esas inmensas; inmensa por su extensión (aunque se lee de forma muy dinámica y fluida), por su trascendencia, por la fuerza de su historia y su mensaje y por la pasión que destila la prosa de su autora. A través de sus páginas conoceremos a Demon, un niño, posterior joven, nacido y criado al sur de los Estados Unidos en una zona rural y empobrecida, en una familia desestructurada y en unas condiciones económicas, personales, socioculturales e institucionales que no son las idóneas. Un libro que no escatima en detalles, que nos muestra la dureza que envuelve la vulnerabilidad y el desamparo en la infancia, y lo hace de una forma directa y sin tapujos pero exenta de escabrosidad y morbo. Un relato lleno de padecimientos contados de una manera natural, normalizada, acorde con la voz narrativa, con su edad y educación, con la espontaneidad de un chaval que solo encuentra trabas en el camino, trabas que no merece, que no ha buscado, pero que injustamente encuentra por todas partes y a las que debe hacer frente, no siempre con éxito. Un libro con corazón, que sabe cómo conectar con el lector y transmitirle toda la pena y la tristeza de las situaciones que muestra, pero también la esperanza, la resistencia, la resiliencia. Un libro que además es una mordaz crítica a los gobiernos y a sus instituciones, a la falta de ayudas y compromiso para con ciertos estratos sociales, a la tolerancia e indiferencia por el sufrimiento ajeno. Un libro muy disfrutable pese a lo duro del relato, que da mucho en lo que pensar, con el que se conecta fácilmente y que nos regala toda una experiencia de empatía y humanidad. |