Aquel sofocante verano

Con una prosa muy sensorial, con descripciones donde el autor parece describir un cuadro impresionista, nos acercamos a los secretos de las noches de verano de una familia aristocrática.
Una obra breve, sencilla, e intensa, en donde una cascada de sentimientos, es vertida por el protagonista hacía su progenitor.
Una relación donde la incomprensión y falta de empatía reina en una época donde los hombres no debían, ni podían mostrár sus sentimientos a sus vástagos (y menos participar en su crianza y educación) por lo que la distancia y falta de afecto es lo que describe la relación de los protagonistas (padre e hijo).
Los sentimientos malignos de las personas toman forma en la envidia y los celos que el protagonista siente hacia su primo, o las ansias por descubrir al amor o el sexo, de forma furtiva y rápida como si la vida se le escapase de las manos, como si no hubiese más veranos, una sensación hay que decir típicamente juvenil, ¿qué levante la mano quien no la haya sentido?
Y luego el despertar a la dura realidad y darse cuenta que "la vida me parecía entonces una hazaña arriesgada y peligrosa que da pocas alegrías y que más bien obliga a esperar las alegrías con dolor".