La librera de París

Es difícil no leer este libro desde la envidia más profunda. Imposible no desear haber recorrido la Rive Gauche a principios de los años veinte, cuando todo eran promesas de futuro, arte, literatura. París era, realmente, una gran fiesta.
Cómo no soñar con buhardillas en las que una máquina de escribir espanta a las palomas que, curiosas, se asoman a la intimidad de hombres que cambiaron el mundo, que hicieron historia. Cómo no darse cuenta de que la orilla izquierda estaba absolutamente empoderada en su feminidad.
Es fácil sentirse tan cercana a una persona que ya es un personaje de nuestro imaginario lector, porque hemos leído tanto sobre ella como sobre Whitman o Joyce. Porque ella hizo lo que a ti te gustaría hacer. Porque su sueño es el tuyo también.
Ay, querida mademoiselle Beach, qué fácil sería quedarse a vivir en las páginas de tu vida.