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Un Kant que se deja entender, un libro genial. Como dice Deleuze, para leer a Kant hay que dejarse llevar, sentir su música, su ritmo de escritura sin descuidar que el uso que hace de los términos filosóficos es un uso técnico, no descriptivo sino específico. Con estas dos sugerencias, la de escuchar su música y la de mantener activa en la memoria una especie de diccionario kantiano, Kant se deja entender. Este libro breve, que es en realidad un artículo de investigación, permite comprender un poco mejor el propósito de toda la maquinaria kantiana: establecer de manera precisa, unívoca y definitiva los alcances y los límites de la razón humana como único y exclusivo medio de acceso a la verdad. Interesa en particular la toma de conciencia respecto de todo lo que el ser humano aporta en la construcción de la experiencia humana, el espacio y el tiempo, entre otras tantas restricciones o posibilidades, según como se lo vea. También se comprende con claridad la condición trascendental del pensamiento kantiano: afirma que son factibles los juicios sintéticos -es decir, no tautológicos- a priori -es decir, independientes de la experiencia-. En esta retorcida manera de concebir a la razón humana, sublime y miserable a la vez, se encuentran las raíces modernas de todo el pensamiento posterior. La dialéctica hegeliana, el marxismo, el capitalismo, la historia, la religión, la política, las leyes, en suma, nuestra sociedad actual.
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